Su predecesor está más vinculado al teatro de prosa; usted al musical. ¿se va a notar el cambio del peso hacia la música? Se va a notar más el cambio de personalidades, que son muy diferentes. Teatro continuará habiendo en la misma proporción, incluso circo, pero habrá más música en general –incluyendo los conciertos en el Cuartito del Arriaga, que inauguramos– y más lírica en particular. El cambio pasa por hacer más producciones propias de teatro, danza, zarzuela, ópera…, sin derivar el presupuesto hacia la lírica, con el que intentaré que haya de todo y muy variado en esta casa.
En el Real, pidió libertad para ejercer sus criterios ¿también ahora? Por supuesto. De no ser así, no estaría aquí. Lo digo y lo diré siempre: si me llega una comisión política diciendo que debo programar única y obligatoriamente ópera francesa, diría que no me interesa el puesto. Necesito que me concedan esa libertad que reclamo, porque pienso que para eso me contratan y me pagan. Si un político tiene tan claro lo que se ha de hacer en el teatro, que se ahorre mi salario de director artístico y lo haga él. Pienso que si tengo un sueldo es para defender ese trabajo.
¿Cómo ve los vaivenes que se están produciendo en el Real? Cada uno decide las cosas de una manera, y no quiero entrar a hacer comentarios. Igual que me entristeció mi salida me entristece la de cualquiera. Nada más. Porque esas cosas dañan a un teatro y entorpecen su marcha, como ocurrió cuando salí yo, o cuando lo hicieron Daniel Bianco o Inés Argüelles. Es una pena que esas cosas sucedan porque, a pesar de que haya quien piense de otra manera, los teatros son instituciones muy delicadas, donde en muy poco tiempo se puede destrozar la labor de diez años.
Un modelo al que parece asemejarse su idea de teatro es al de ese Chatêlet parisiense, para usted tan familiar. El Chatêlet es un modelo de teatro de la ciudad. Es el Teatro de París, como lo llaman, y tiene una clara vocación por la música de todo tipo, donde lo mismo pueden programar Las Hadas, de Wagner, que dirigiré allí el próximo año, después The sound of Music y seguidamente una ópera senegalesa, por decir algo. Para mí sería un modelo por lo que tiene de teatro abierto a todos los públicos. Pero sería ingenuo por nuestra parte compararnos con ese lugar, pensando en el presupuesto que maneja, y sin olvidarnos de su inmenso escenario, en el que he trabajado muchas veces.
Cuando está en la cresta de la ola internacional, ¿le quedará tiempo para aceptar invitaciones de otros teatros? Sí. Al Arriaga, donde he firmado un contrato de trabajo a tiempo parcial, tuve la suerte de que me acompañara Daniel Bianco, mi mano derecha, que se queda en el teatro cuando yo me voy. Porque nunca quise dejar mi carrera. Ni en La Zarzuela ni aquí tampoco. No porque me parezca menos importante Bilbao. Todo lo contrario. Pero no quiero dejar mi carrera, que es la que me hace generar la gasolina para poder desarrollar después dentro del engranaje de un teatro el trabajo artístico.

Emilio Sagi (Foto: E. Moreno Esquibel)