El ciclo, que da comienzo hoy 9 de enero y se alarga hasta el 18, incluye dos conciertos sinfónicos (comenzados con la Sinfonía núm. 1 en Do mayor, Opus 21 de Beethoven, y posteriormente centrados en la obra de la artista) y dos de cámara, en los que la propia compositora se ocupará de un instrumento llamado acuófono: «Fue creado por un señor Waters, americano que ama la soledad y vivió aislado una temporada, cuya afición es la de inventar instrumentos musicales», comentó Gubaidulina, a quien le gusta contar historias. Un encuentro casual la acercó al acuófono, durante los ensayos de un concierto, y «superé mi timidez para preguntar al percusionista acerca de cómo conseguirlo». Resalta la capacidad de «improvisación» del invento, que llega a funcionar como un medio para hablar unos con otros.
La otra historia que relató fue la de la gestión de In tempus praesens, concierto para violín y orquesta, que se estrena estos días en Berlín y llega calentito a Madrid. Para dicho concierto se contará con la violinista Anne-Sophie Mutter, virtuosa a la que está dedicada la obra. «Fue una iniciativa de Paul Sacher, quien admiraba la personalidad y el talento de Anne-Sophie desde que tenía dieciséis años, o incluso antes. Él me encargó que escribiera un concierto para violín dedicado a ella, lo ideó al escuchar mi pieza Offertorium. Pero por entonces yo estaba saturada de encargos y no lo pude atender. Luego él murió y yo lo he completado ahora».
Preguntada acerca del problema del público para la música contemporánea, Gubaidulina dijo no sentirse inquieta: «No es un problema nuevo, el público siempre fue selecto y la música no era accesible a todas las capas sociales. Es pretencioso exigir que nos comprenda todo el mundo». Según ella, «la sustancia musical es, ha sido y será algo muy complicado».