Doce Notas

Martha Argerich: la libertad hecha música

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Leer la vida de Martha Argerich es enfrentarse al misterio de una artista que nunca se dejó atrapar del todo por el mundo y ambiente que la consagró. Olivier Bellamy, en Martha Argerich. Una biografía, reconstruye el trayecto de esta pianista argentina con la paciencia de un biógrafo que sabe que está hablando de una figura irrepetible.

El libro nos lleva desde sus orígenes en Buenos Aires a Viena, de Hamburgo a Varsovia, de Moscú a Nueva York, dibujando una geografía de pasiones y contradicciones. Cada ciudad es un escenario donde Argerich crece, se rebela o se detiene. Bellamy no la presenta como un mito, sino como una mujer atravesada por las dudas, por su afán perfeccionista, huidas, intensas amistades y relaciones y un complejo vinculo con la fama.

Lo más interesante de la narración es que no se queda en su virtuosismo y excepcionalidad, sobradamente reconocidos, sino que se adentra en los silencios de Argerich: sus largos periodos de ausencia de los escenarios, su resistencia a la rutina de los concursos, sus vínculos con otros músicos y las pérdidas que marcaron su vida. Es ahí donde el libro se ilumina: en mostrar cómo detrás había una persona que nunca dejó de buscar una forma genuina de ser libre.

El estilo es ágil y accesible, sin caer en tecnicismos que alejen al lector no especializado. Bellamy escribe con la cadencia de quien escucha música y traduce sus resonancias en palabras. No se trata de un tratado musicológico, sino de un retrato humano. Por eso resulta tan atractivo: uno puede leerlo como la historia de una artista, pero también como la crónica de una vida vivida con intensidad.

Para el lector ya familiarizado con Argerich, ciertas anécdotas no serán una revelación. Pero para la mayoría, el libro ofrece lo esencial: un acercamiento íntimo a la pianista que convirtió cada concierto en un riesgo, cada interpretación en un relámpago irrepetible.

Como su música, la biografía avanza con fuerza, se interrumpe, cambia de tono, vuelve a comenzar. Y en ese vaivén el lector comprende mejor por qué Martha Argerich sigue siendo, más que una pianista, un mito vivo de la música.

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