Se trata de una ópera en tres actos, con libreto de Guelfo Civinini y Carlo Zangarini, basada en una obra de teatro previa de David Belasco, que ya le había inspirado su magistral Madame Butterfly. Su estreno mundial tuvo lugar el 10 de diciembre de 1910 en la Metropolitan Opera House de Nueva York. Una «ópera-western» que, obviamente, iba a ser mucho mejor tratada en los Estados Unidos que en Europa, al menos por la cercanía de su temática: buscadores de oro, póker, una tabernera protagonista y exigencias escenográficas de gran complejidad.
Sin embargo, su brillante y novedosa partitura, que anuncia la extrema originalidad de la posterior Turandot y su intenso pulso dramático, que algunos comentaristas sitúan al mismo nivel que la descarnada y eléctrica Tosca, convierten a La fanciulla del West en un verdadero tesoro oculto, o poco atendido, de la producción de Puccini.