
Personaje icónico de una Francia retratada a ritmo de jazz y en blanco y negro, Boris Vian nunca ha dejado de estar de alguna manera de moda. Esta obra gráfica repasa su trayectoria vital, con todas las luces y sombras de un apasionado y fugaz paso por la vida.
Aunque la existencia de Boris Vian no superó los 40 años (1920-59), lo cierto es que fue más que suficiente para ir mucho más allá de un discreto y olvidable peregrinar por el mundo: escritor, músico, celebridad social glamurosa, actor y un montón de cosas más, Vian fue uno de los protagonistas de aquel inolvidable París de la postguerra, el de los clubs de St Germain donde convivían artistas, filósofos y pensadores de camada existencialista con una turbamulta de personajes singulares que convertían las noches en pequeñas historias novelescas.
A pesar de sus raíces sociales pequeño burguesas, Vian no vivió una infancia y juventud decoradas en rosa: a los 14 años, en los últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial, su padre fue asesinado, y desde muy joven se le reveló una dolencia cardíaca crónica que sería la que terminaría costándole la vida con tan solo 39 años. Pero Vian poseía un talento natural para las artes, en las que encontró refugio natural a los demonios que, sin previo aviso, le visitaban de vez en cuando para atormentarle. Su aportación literaria es bien conocida, y tampoco estuvo exenta de sobresaltos, como la condena por inmoralidad que siguió a la publicación de una de sus obras más emblemáticas, Escupiré sobre vuestras tumbas, de 1946. Vian cultivó además otros muchos géneros literarios, desde el guion cinematográfico a la poesía, el relato breve o el ensayo, además de sus muy certeras y recordadas críticas musicales, recopiladas en nuestro país hace unos años en Escritos sobre Jazz (Blacklist).
La música -y especialmente el jazz, la banda sonora de su tiempo- era, en efecto, una de las grandes, sino la mayor, pasión de Boris Vian. A su faceta de crítico habría que sumar la de cantante y trompetista, y no precisamente de los peores: sus grabaciones pueden escucharse en discos como el box-set The Best Of Boris Vian, publicado por el sello Wagram. Para Vian el jazz era un alimento esencial para la vida (“sin jazz, la vida sería un error”, dijo), y tuvo la oportunidad de tratar y conocer a un buen número de jazzmen norteamericanos de paso por Europa desde el fin de la guerra y durante la década de los 50, como un por entonces joven y arrebatador Miles Davis, en una serie de episodios sobre los que el libro no ahonda demasiado. Y les dio caña desde las tribunas públicas, como buen defensor de las nuevas corrientes expansivas del jazz expresadas en el bebop, a los tradicionalistas irredentos, como el ínclito Hughes Panassié.
Cailleaux y Bourhis optan no obstante por hacer un recorrido episódico con un punto de melancolía y trazo impresionista sobre los momentos tal vez menos luminosos de la vida de Vian, como queriendo de forma deliberada huir de esa imagen glamurosa y de fiesta permanente -más conocida y divulgada- que a menudo suele acompañar las visiones biográficas del personaje. Por utilizar un símil jazzístico, su visión tiene más del aroma cerebral del Birth Of The Cool de Miles Davis que de la alegría trotona del swing. Sea como fuere, es una nueva e interesante oportunidad para adentrarse en las peripecias vitales de una de las personalidades más singulares y relevantes del siglo pasado. Y por poner punto final con una de esas chanzas a las que Vian era también aficionado: mirad sus retratos y veréis en él una suerte de hermano casi gemelo de Emmanuel Macron… Pura fisonomía, claro, porque el parecido termina ahí.
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