Doce Notas

Crónicas desde Santander. A.Vivaldi: Las 4 estaciones bailadas

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En enero de 2015 el violinista Julien Chauvin fundó una nueva orquesta de instrumentos de época con la ambición de explorar y revivir uno de los componentes esenciales de la historia musical francesa “Le Concert de la Loge Olympique”.

Como no podía ser de otra manera, y como si de un ciclo hipnótico se tratara, o un juego acrobático propio de atletas, empieza y termina este espectáculo con el Allegro de la Sinfonía de LÓlimpiade.

¿Se puede tocar un concierto sin traje de etiqueta? ¿Y hacer más cosas que no sean tocar tu propio instrumento y que no se espera que hagas? ¿Se le permite a un músico formar parte de un cuerpo de baile?

Julien Chauvin investiga, es posible que se haga estas y muchas otras preguntas sobre la dirección musical desde finales del siglo XVIII ya que observa una gran diversidad de prácticas en la forma en que se “dirigía” la música. Esta es una adaptación, una respuesta, o varias respuestas posibles a las preguntas anteriores. Así, adapta su dirección en función del repertorio, las formaciones o las limitaciones de la partitura. Aquí, dirigiendo con el violín o el arco y dejándose rodear de la danza consigue acercarnos Las cuatro estaciones de Vivaldi y unas cuantas obras más de las que hablaremos más adelante.

En este espectáculo, el coreógrafo y bailarín destacado dentro del hip-hop a principios de los 90, Mourad Merzouki, aporta su visión fusionada de múltiples disciplinas; el propio hip-hop entrelazado con las artes marciales, las artes visuales y la música en directo. Fundó en 1996 su propia compañía, Kafig, y desde entonces no ha parado de desarrollar su propio universo estilístico.

Cada uno de los bailarines de este espectáculo posee una gestoforma singular, su sello personal, señal inequívoca de su expresión dancística, pero forman parte de un todo perfectamente coreografiado. Les vemos bailar entre los músicos y desarrollar sus propias acrobacias como las del repertorio musical.

Están siempre ahí, incluso en momentos en que quedan algo desdibujados por los colores de su ropa y la iluminación escogida. Se te pasa por la cabeza… ¿se puede coreografiar el silencio?

Este es el marco en el que nos encontramos. A modo de pequeñas píldoras musicales, intercalando las archiconocidas cuatro estaciones con otras obras de Vivaldi, sumando la danza y aportando un todo para el disfrute de poco más de una hora u media de duración.

La Sonata para violonchelo en la menor es una pieza importante dentro de su repertorio para violonchelo, destacando por su belleza melódica y su virtuosismo técnico. Momento de hacerlo protagonista, también ayudado y envuelto por los bailarines. ¿Está permitido mover a un músico de su sitio?

Con esa evocación del violonchelo pasamos al verano, y de ahí al Concierto para 4 Violines en E Minor, Op. 3 No. 10, RV 550 donde cada uno de los violines tiene su momento para la expresión y el virtuosismo; añadiendo en esta ocasión al diálogo entre ellos y el de los bailarines. ¿Presumió alguien que músicos y bailarines pudieran dialogar tan explícitamente?

El Concierto para cuerdas en sol mayor, RV 151, comúnmente conocido como Concerto alla rustica, a diferencia de otros conciertos de Vivaldi, no tuvo un programa descriptivo. Breve, se tarda tan solo entre 5 y 6 minutos en ejecutarse, pero a estas alturas del espectáculo, sigues haciéndote preguntas: ¿Qué ves cuando escuchas las Cuatro estaciones de Vivaldi? Aquí tiene su momento el bajo continuo, aunque en esta ocasión, demasiado escondido en el fondo del conjunto.

Cierran con Allegro de la Sinfonía de LÓlimpiade, se van despidiendo uno a uno los bailarines, nos dejan sus acrobacias, aplausos, selfies, más aplausos. Una apuesta en la que cabe preguntarse: ¿logra divertir la música clásica y la danza?

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