El veterano certamen ampurdanés celebra su trigésimo novena edición con un cambio de calendario, desplazando su programación habitual del mes de agosto a las tres primeras semanas de julio. Una mudanza que, junto a la incertidumbre acerca de la construcción del nuevo auditorio, a la consecuente renuncia a los espectáculos de gran formato y a la reducción de eventos programados, hace planear ciertas sombras sobre el futuro del más glamuroso de los festivales musicales del Ampurdán.
En la presente edición, después de un arranque con intérpretes consagrados como Joyce DiDonato, Xavier Sabata o las hermanas Katia y Marielle Labèque, el temporal de lluvia del día 12 de julio obligó a cancelar uno de los platos fuertes de la programación: Il trionfo del Tempo e del Disinganno de G. F. Haendel a cargo de Les Arts Florissants bajo la batuta de William Christie. La jornada siguiente, tuvo lugar el debut de la soprano estadounidense Angel Blue (1984), quien tuvo a bien ofrecer un ecléctico repertorio acompañada del inspirado pianista Bryan Wagorn.
Blue inició su audición con el Ave Maria de Schubert, fuera de programa, ostensiblemente emocionada -a lo largo del recital intercaló lágrimas con comentarios inaudibles en reiterados momentos-. Seguidamente pasó a abordar números operísticos de considerable de compositores como Verdi (“Ritorna Vincitor” de Aida), Puccini (“Donde Lieta” de La bohème y “Vissi d’arte” de Tosca) y Charpentier (“Depuis le jour” de Louise). En todos ellos hizo gala de una voz torrencial, aunque escasamente modulada y de acusado vibrato, cosa que restó incisión y vuelo lírico a su interpretación. No obstante, no le faltó arrojo para culminar la primera parte del concierto con estentóreas cuotas de entusiasmo en las páginas de “Heia, heia in den Bergen” de Die Csárdásfürstin de Emerich Kálmán.
Mucho más profunda estuvo en el repertorio de canciones norteamericanas de compositores como Harold Arlen y Gerorge Gershwin, así como en los tradicionales espirituales negros de la segunta parte del recital. Aquí pudimos escuchar un canto más intimista, recogido y cincelado, que alcanzó las cumbres líricas de la velada. Su intensidad emotiva volvió a desbordarse en la Youkali de Kurt Weill y salpicó una interpretación un tanto atronadora de dos temas zarzuelísticos. En las propinas volvió a certificarse su afinidad expresiva para con el género de la canción con una Summertime de antología frente a una mucho más convencional “O mio babbino caro”.
Bryan Wagorn fue un auténtico lujo al piano, tanto en las partes de repertorista como en las dos piezas solistas que tuvo a bien regalarnos: Claire de Lune de Debussy y un Prelude de G. Gershwin.
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