En las culturas mediterráneas tenemos algunos elementos comunes: paisajes, lenguajes, dieta, clima, simbología antropológica que deviene posteriormente en arte, artesanías…vino. Solo después de la extensión del islamismo el norte de África, parte de la península ibérica y parte de Sicilia se quedan en parte sin este último, el vino.
Con estos elementos y alguno más nos vamos apañando en este rincón del mundo.
No es extraño que alguno de estos elementos sean pivote para muchas otras actividades y preocupaciones comunes. Siguiendo estas ideas muchas de las actividades vitivinícolas se acercan a las celebraciones y a veces son el centro mismo de esas celebraciones.
El vino…ya por suerte tomado en menores cantidades y primando la calidad, la compañía, la amistad compartida.
Algo, que por cierto también sucede con la sidra y la cerveza en el norte: Francia, Alemania. No obstante lo conseguido de Francia hacia el sur es muy complicado de superar. Lo hemos trasladado a California también en estos últimos siglos.
El caso es que desde 2008 una de estas empresas vitivinícolas, Domaine Belondrade en La Seca, vinos blancos, Valladolid, quiso acercar estos dos mundos- vino y creación- y se puso a la tarea. Llevan diecisiete años y ahora se le ha unido otra de las firmas señeras de la provincia, Abadía de Retuerta, tintos fundamentalmente- lugar que conocí por asuntos familiares prácticamente desecho hace unos cincuenta años. En el claustro y la iglesia reformadas tienen lugar los conciertos junto a los celebrados en La Seca en la iglesia parroquial- órgano barroco restaurado- y la bodega- música contemporánea-
Mi forma de pasar los veranos desde los setenta y ochenta – festivales de jazz del norte y Cantabria de julio a primeros de septiembre- me habían ocultado este programa justo al lado de mi casa.
Y hete que vi en Internet el programa de 2025 y con el calendario personal ya hecho para el pasado fin de semana. No podía dejar de saludar al menos a Iris Azquinezer con quien me unen lazos musicales y personales desde que sus padres llegaron a Castilla, Centro de Creación Artística “Agada” en Arenas de San Pedro, Ávila.
Sobre Iris he escrito en estas páginas reseñando sus discos en solitario y colaboraciones, siempre con el intento de no mezclar “churras y merinas” y ser objetivo. Era fácil, su intensidad musical y la maestría en la interpretación de la música de Bach y la propia por su parte facilitaban mucho la tarea. Formada entre España y Alemania su maestría no deja duda.
En una mañana de domingo en el que a las doce del mediodía ya teníamos en Valladolid treinta y cinco grados llegué al oasis – musical- atravesando el desierto de la campiña ya agostada de la Ribera del Duero.
Estaba dispuesta a ofrecer piezas de su disco BLANCO Y ORO editado en 2019 y eso hizo: Bereshit, Suite en Do mayor de Bach, Tres Danzas a la Luna, Suite en Mi bemol y Nada te turbe (Santa Teresa en Seda). Seguida de dos aplaudidos bises uno de ellos dedicado a su hijo Diego de apenas un año.
Hablar de arrebato musical es poco, ella no levitó – las fotos lo atestiguan- pero el público entregado sí. Y no solo en las piezas de Bach, de sobra conocidas y de una eficacia musical a prueba de bombas clásicas – ¡cuidado que se tardó en reconocer su valía! – y especialmente en las piezas propias, gran compositora, herencia, supongo, de su madre María Escribano. Una mañana que justifica una semana entera.
Saludo con cariño mutuo a la protagonista de ese día y a su familia y vuelta a casa despacio, degustando la visión de los cerros ya grises del valle del Duero que en poco más de un mes se poblaran de racimos dispuestos para la vendimia.
Gracias Iris y gracias a los organizadores, ya ha entrado este “encuentro” en mi calendario de 2026. Enhorabuena.
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