Doce Notas

El regreso del hijo pródigo de Carles Baguer

opinion  El regreso del hijo pródigo de Carles Baguer

Padre del sinfonismo hispánico, este compositor catalán se distinguió también en el género religioso, del cual se ha recuperado recientemente su oratorio póstumo “El regreso del hijo pródigo”, compuesto el año 1807, poco antes de su defunción.

El pasado 7 de junio, el Festival Espurnes Barroques acogió en Manresa la tercera audición contemporánea de dicho drama sacro, recuperado por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, con edición crítica preparada por Lluís Bertran (partitura) y Gaston Gilabert (libreto).

La formación historicista Vespres d’Arnadí y el Cor Francesc Valls de la Catedral de Barcelona han sido los responsables de interpretar y llevar a buen puerto este proyecto, con la inestimable contribución de un competente elenco de solistas catalanes capitaneados por Daniel Espasa: Juan Sancho (hijo pródigo), David Alegret (padre), Roger Padullés (hijo mayor), Ferran Albrich (demonio) y Mireia Tarragó (voz). Su primera audición moderna tuvo lugar el 1 de abril del corriente, en la iglesia de Sant Felip Neri de la capital catalana, el mismo escenario que acogió su primer estreno el año 1814, dentro de un ciclo de conciertos espirituales que estimularon la creación de diversos títulos de esta tipología de dramas religiosos que tanto éxito cosecharon entre la sociedad catalana del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. Un período en el que no había celebración de cierta relevancia que no contara con el estreno de un oratorio de nueva creación a lo largo y ancho del Principado (se estima que pudieron interpretarse más de cuatrocientos a lo largo y ancho de la geografía catalana en poco más de un siglo).

Los estudios académicos de los doctores Josep M Vilar y Xavier Daufí, entre otros, han arrojado luz sobre la actividad artística de importantes maestros catalanes  a caballo de los siglos XVIII y XIX (tal es el caso Carles Baguer y Francesc Queralt), así como acerca de la recepción del clasicismo musical operada en aquellos tiempos. En el oratorio que nos ocupa de Carlets Baguer, como fue llamado en sus días, podemos apreciar nítidamente el influjo de los modelos clásicos que irradiaban el quehacer de los compositores más inquietos en la capital catalana . Una influencia especialmente manifiesta en el destacado relieve de las secciones instrumentales de viento -con un uso de la paleta orquestal de gran entidad dramática en los recitativos obbligati-, así como también por una vocalidad que bebe de los patrones operísticos de ascendencia italiana, tan en boga en la Barcelona del traspaso de siglo. Lejos de los discursos complejos, contrapuntísticos y virtuosos del estilo barroco de las primeras décadas del setecientos, en este oratorio se impone una expresión íntima y sencilla de los afectos individuales, con una textura coral preeminentemente homofónica y unos números solistas que combinan soluciones de factura netamente operística – en algunos casos, de marcado carácter bufo, como las partes del Diablo- y otras de aires más ligeros y populares, como los ritmos de rondó o el cántico estrófico conclusivo  herencia más que probable de los villancicos.

No cabe más que celebrar tan feliz recuperación y aplaudir la suma de esfuerzos realizada por musicólogos, intérpretes y programadores para hacerla realidad. Gracias a la labor de todos ellos, la puesta en valor del patrimonio musical es una realidad cada día más efectiva. Y, de un modo muy especial, mención especial merece la iniciativa de los responsables del Festival Espurnes Barroques por operar el arduo milagro de acercar a los lugares más remotos de la Cataluña rural unas propuestas de inestimable valor cultural.

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