
Entre la música clásica y las músicas actuales, entre la búsqueda de la belleza y la imaginación, el FIAS, Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid, alcanza su edición número 35 como uno de los mejores y más interesantes ciclos musicales de España, que explora distintos lenguajes con los que la música se adentra en los límites de lo espiritual y lo trascendente, en esa esfera de lo sagrado que amplía lo estrictamente religioso.
Los asistentes podrán vivirlo de primera mano al participar en los 41 conciertos que se llevarán a cabo entre el 6 de marzo y el 10 de abril en Madrid y otros ocho municipios de la región.
Su director artístico José Luis Mompeán Martín (Madrid, 1967) es licenciado en Geografía e Historia y tiene un postgrado en Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Con más de 25 años de experiencia en el sector cultural, ha trabajado en la dirección, diseño y gestión de proyectos en áreas como museografía, comisariado de exposiciones, festivales de música, planificación estratégica y comunicación cultural. Su trayectoria le otorga una visión global y creativa en la gestión de proyectos.
Ha colaborado con diversas entidades públicas y privadas, incluyendo la Comunidad de Madrid, Patrimonio Nacional, Telefónica, Grupo Prisa, el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, el Teatro Real y el Museo Guggenheim Bilbao, entre otros.
Este año se celebran dos aniversarios significativos, el de Carlos Patiño y Alessandro Scarlatti. ¿Cómo ha influido esta conmemoración en la selección de la programación?
Las efemérides musicales nos facilitan llevar a cabo una comunicación del festival más amplia, dándole un mayor alcance ante diferentes medios y públicos porque nos permite enmarcar esa programación en un contexto determinado. Además, el caso de presentar este año una programación especial en torno a Carlos Patiño, un extraordinario compositor que sigue siendo lamentablemente un gran desconocido, es una de las señas de identidad del FIAS, impulsar la recuperación y difusión de compositores y obras del patrimonio musical hispano.
¿Qué papel juega la incorporación de nuevas propuestas y artistas en esta edición del festival, especialmente con 24 grupos debutantes?
Esta renovación en la programación es fundamental, es lo que da sentido a un festival, un espacio donde se puedan descubrir nuevos grupos y artistas o compositores y obras menos conocidas. Y tengo que decir que hay pocas citas musicales parecidas al FIAS en este sentido. Me cuesta encontrar como espectador un festival que se reinvente cada año hasta el punto de diseñar más de la mitad de su programación con artistas que nunca antes habían estado presentes en ese mismo ciclo. Esa renovación también pasa por tener una escucha abierta y permanente de lo que está pasando en la escena musical actual.
Cada año tratamos de presentar en el festival una programación de calidad, atractiva e innovadora. Por un lado, trabajamos con una metodología que defiende e impulsa la imaginación a la hora de proponer o acoger los conciertos que organizamos. Y por otro, nos guiamos por unos criterios innegociables. El primero, sin duda, la calidad artística y profesional de las propuestas que acoge el festival. Y desde la responsabilidad de una institución pública, hay consideraciones transversales que están absolutamente asumidas de manera natural. Entre esos criterios, la renovación en la programación nos lleva a apoyar y acompañar propuestas emergentes o poco conocidas todavía a pesar de su calidad para que crezcan profesionalmente. Del mismo modo, asumimos claramente la responsabilidad de diseñar una programación que ofrezca una presencia destacada de mujeres, reflejando una realidad incontestable por sus propios méritos que muchas veces sigue costando encontrar sobre un escenario. E importante también es trabajar de una manera equilibrada con diferentes agencias y discográficas pequeñas para conseguir que su trabajo esté bien representado.
Si unimos los criterios anteriores y sumamos esa escucha activa y la imaginación como poderosa herramienta de programación, creo que se entiende bien que este festival se haya convertido en una singularidad absoluta en el nutrido y homogéneo mapa de los festivales españoles.
¿Cómo se combinan la música clásica y las músicas actuales en el festival, y qué impacto tiene esta fusión en el concepto de lo «sagrado» que propone el FIAS?
Entendiendo lo sagrado como un aspecto antropológico y simbólico inherente a la humanidad que va más allá de lo estrictamente religioso. Esta cuestión es absolutamente medular en el planteamiento conceptual de este festival, permite establecer una poderosa narrativa a través de los conciertos que forman parte cada año de la programación que presentamos, un relato coherente que se asume de forma muy intuitiva por nuestros públicos y por los artistas que han ido pasando por el festival. Este planteamiento tan abierto y atractivo nos permite abordar diferentes temáticas a través de las propuestas musicales sin que se genere una quiebra de confianza con esa narrativa que hemos creado. Conviven de forma natural propuestas de carácter más litúrgico, creadas desde un ámbito religioso, con otros proyectos que pueden conectar con referencias literarias o que abordan temas como el duelo, el universo, los ciclos naturales o los cantos de trabajo, por poner sólo algunos ejemplos. Y en esa mirada transversal conviven también diferentes estilos musicales, en pocos festivales puedes pasar de una misa barroca del siglo XVII a otra propuesta que mezcla electrónica, post-hardcore y jazz, de flamenco a la psicodelia o la música tradicional reinventada.
¿Qué destacaría de los 9 estrenos absolutos y encargos realizados por el festival, y cómo reflejan la innovación en la música sacra?
Me atrevo a decir que hemos sabido construir en estos años un fructífero y apasionante diálogo creativo entre el festival y los músicos, entre esos conceptos sobre los que trabajamos y la visión artística de las propuestas que recibimos o proponemos a través de los encargos. Ensanchar esa mirada sobre lo sagrado nos ha abierto una multitud de caminos diferentes para trabajar en la programación. Y esto ha coincidido también con un momento espléndido en la interpretación y la creación musical en España en los últimos diez años, con un panorama cada vez más amplio, diverso y renovado. Los músicos entienden el FIAS como uno de los mejores espacios para crear, experimentar y estrenar y nosotros impulsamos además esta complicidad con los encargos de producción que surgen desde el propio festival.
El festival se llevará a cabo en múltiples localidades de la Comunidad de Madrid. ¿Cómo influye esta descentralización en el acceso y la conexión con los públicos de diferentes municipios?
La descentralización de la programación cultural en toda la región madrileña es uno de los principales objetivos de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Así se hace con este festival y con los otros ciclos que dependen de esta institución, es un criterio que todos los programadores tenemos asumido y que tratamos de ampliar cada año.
En cuanto a la música actual, ¿Cómo se alinea la presencia de artistas internacionales como Colin Stetson y Bab L’Bluz, con la propuesta espiritual y trascendental del festival?
En ese mismo sentido que señalaba antes, la programación del FIAS explora las fronteras de lo sagrado desde un punto de visto contemporáneo y universal que va más allá de lo religioso. Para mí, y así lo han entendido nuestros artistas y públicos, estas dos dimensiones, la sagrada y la religiosa, son complementarias y pueden coincidir, pero son totalmente diferentes. Es decir, se puede tener una experiencia trascendental que te conmueva sin que intervenga en la misma una visión o explicación religiosa determinada. Y en ese atractivo y fantástico territorio es donde se mueve una parte de la programación de este festival. Ahí podemos encontrar propuestas como la de Colin Stetson o la del cuarteto franco-marroquí Bab L’Bluz, quienes nos presentan una música futurista, pero conectada ancestralmente con los ritmos repetitivos y místicos de músicas magrebíes como el gnawa o el amazigh. Y lo mismo sucede con los canadienses Big Brave o los italianos Maria Mazzotta y Massimo Silverio. Quien acuda a todos estos conciertos saldrá transformado emocionalmente, porque puedo asegurar que el FIAS es una garantía de belleza y conmoción.
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