Doce Notas

Una excepcional intérprete rossiniana

opinion  Una excepcional intérprete rossiniana


Nacida en una pequeña localidad de las Tierras del Ebro y formada en la capital catalana, la carrera de esta virtuosa cantante española ha alcanzado unas cuotas de madurez interpretativa que le ha abierto las puertas de los grandes coliseos europeos. Más allá de las principales plazas nacionales (Liceu, Teatro Real, Palau de les Arts, Palau de la Música, Teatro de la Zarzuela, entre otros), con 35 años de edad ha debutado más de 27 roles en los escenarios y los festivales más cotizados de Italia, Francia y Austria. En su horizonte inmediato tiene previsto el debut en la Scala de Milán, a la vuelta de verano, y su regreso a la Staatsoper de Viena, la próxima temporada; no sin antes recalar, la próxima semana, en el prestigioso Festival Rossini de Pesaro, donde ya se ha hecho un hueco entre el estrellato de intérpretes de la casa.

En el recital ampurdanés del pasado 5 de agosto, aunó virtuosismo técnico y profundidad interpretativa para homenajear a uno de sus compositores de cabecera: Gioacchino Rossini.

Junto al barítono italiano Paolo Bordogna, la soprano catalana abordó un repertorio de arias y duetos rossinianos que desataron el entusiasmo de un púbico que llenaba el templo del castillo regentado por la familia Mateu, promotora de este festival veraniego. Además de lucir su excepcional vocalidad, caracterizada por una belleza tímbrica de nutrida densidad y excepcional agilidad, amén de una técnica prodigiosa, la soprano tarraconense supo exhibir una suerte de recursos expresivos que le permitieron dar relieve a la dimensión dramática de los roles interpretados. En este sentido, ya en la primera parte, nos regaló una conmovedora recreación del aria “Tremare Zenobia?” de la ópera Aureliano in Palmira, el único título serio que se desmarcaba de un repertorio eminentemente bufo -una lástima, pues la madurez interpretativa de Blanch hubiera encontrado mucho jugo en los papeles rossinianos de mayor calado dramático. El resto del programa fue un auténtico derroche de vitalidad, intensidad y coloratura canoras puestas al servicio de la vivaz música con que el maestro de Pesaro alumbró los pentagramas de títulos emblemáticos como Il turco in Italia, Il signor Bruschino, Adina e Il barbiere di Siviglia. Aunque, probablemente, en este último título, de levantar cabeza, Rossini hiciera lo que a una mítica soprano de su tiempo ante tal profusión de ornamento : elogiar sus facultades vocales y preguntar por la autoría de la pieza.

Paolo Bordogna fue un digno partenaire en esta andadura rossiniana. Aunque de voz poco caudalosa, su dominio del estilo bufo y su vis teatral lograron dar un merecido realce a las páginas de La gazza ladra, Il turco in Italia, La cenerentola o Il barbiere di Siviglia. Giulio Zappa demostró en exceso su habilidad al piano sin tener en cuenta suficientemente la acústica del espacio, cosa que le llevó a tapar puntualmente las voces y a robarles cierto protagonismo por momentos.

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