
El compromiso para con la música barroca y la recuperación del patrimonio histórico ha sido una seña de identidad de este veterano festival ampurdanés, amén de la apuesta decidida por la promoción de intérpretes y formaciones del ámbito territorial catalán. Entre estas, a la sombra, densa y alargada, de Jordi Savall, una formación historicista ha ido abriéndose camino en el panorama nacional: el conjunto Vespres d’Arnadí, liderado por el clavecinista Dani Espasa.
El verano pasado, en este mismo escenario, nos regalaron una encomiable exhumación del oratorio Giuseppe riconosciuto de Domingo Terradellas (Barcelona, 1711/1713- Roma, 1751), el compositor español más internacional del siglo XVIII. En esta ocasión, su interés se ha centrado en una de las obras sacras más destacables de la etapa italiana de Haendel, un oratorio de juventud que, imbuido de vitalidad operística, anticipa los logros de un género que alcanzaría su zénit en el período de madurez del compositor.
Planteado como un combate dialéctico entre cuatro personajes alegóricos, la obra parte de un libreto de carácter moralizante escrito por el cardenal Benedetto Pamphili donde se exaltan los valores de la fugacidad de la vida y los placeres terrenales, haciéndose eco de una temática tan en boga en aquellos tiempos como el género artístico de la vanitas. Con apenas 22 años, Haendel compone un drama musical sacro en dos partes dando rienda suelta a su prodigiosa inventiva melódica a partir de una sucesión de arias y unos pocos números conjuntos (duetos y cuartetos). En ellos se pone de manifiesto el precoz instinto dramático del compositor a la hora de traducir musicalmente las ideas y los sentimientos evocados en el texto literario. No solo eso, sino que además utiliza la orquesta como agente activo para describir los ambientes y los afectos sugeridos por los personajes, desmarcándose así del acompañamiento armónico rudimentario que era habitual en el teatro musical italiano.
Estrenada en Andorra el pasado 31 de mayo, dentro del marco del novel festival Clàssicand, la presente producción saca partido del vigor y la vitalidad de la música haendeliana. Dani Espasa explota el nervio dramático que recorre las texturas orquestales de la partitura del maestro germánico, recreándose en el juego de dinámicas y los ataques de las distintas secciones, perfectamente ensambladas. Una labor que contó con la complicidad y la excelencia del conjunto de intérpretes instrumentales, capitaneados desde el primer violín por la siempre exquisita Farran Sylvan James.
En la parte vocal, pudimos disfrutar de un cuarteto a la altura del reto musical. La soprano coreana Sunhae Im intépreto el papel de Bellezza con dominio y actitud estilística, sacando un óptimo partido de todas sus intervenciones. Las tentaciones del Piacere rebosaron más ternura que concupiscència en la voz de la exquisita Núria Rial, quien nos brindó dos de los momentos más álgidos de la representación en sus arias conclusivas “Lascia la spina” y “Come nembo che fugge col vento”. Cada actuación de Xavier Sabata es una lección magistral de incisión retórica y temperamento dramático, y su encarnación del rol de Disinganno no fue una excepción, regalándonos una interpretación de una emotiva vivacidad teatral. A su vez, Juan Sancho elevó a un terreno de elegancia y pulcritud estilística sus intervenciones como Tempo, manejándose con gran complicidad con el conjunto de colegas.
El público, que no llenaba el Auditori Espai Ter, recompensó con generosos aplausos la excelente labor de los intérpretes y el feliz descubrimiento de esta joya haendeliana. Solo cabe lamentar que este histórico festival se haya sumado también a la esnobista política de prescindir de programas de mano. Resulta loable recuperar el pasado para iluminar el presente, como también lo sería construir el presente con miras al mañana. El componente efímero de los contenidos digitales proyectan al futuro una era de vacío documental que todos aquellos con un mínimo de sensibilidad histórica harían bien en denuciar.
____