Doce Notas

Ambicioso programa orquestal

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Foto: Live Music Valencia

Dentro de este resurgir de la música culta en la península nos encontramos con la figura de Joaquín Turina, quien en 1919 compuso sus Danzas fantásticas, convertidas a la postre en una de sus obras más conocidas, especialmente Orgía. Tanto la OV como el director invitado Nuno Coelho transmitieron el contenido de esta breve página en una versión precisa y clara, con una respuesta orquestal tensa, pero sin exagerar sus acentos populares.

Más de lo mismo cabría decir de la interpretación en las Cuatro Miniaturas Ibéricas de Francisco Coll, en las que el compositor valenciano recubre los motivos populares de un manto satírico, enajenándolos fuera de su contexto habitual. A la pulcritud de la lectura por parte de Coelho se sumó la precisión de los golpes de arco y variedad de pizzicati de la joven violinista Noa Wildschut, la cual se mantuvo fiel a su máxima tanto en la pieza de Coll como en su bis (Tango nº 3 de Piazzolla): “Lo que más feliz me hace es la alegría que transmito a la gente a través de mi música”.

Alto se puso el listón en la segunda parte del concierto (número 3.721 de la OV) con la Quinta de Shostakóvich. La cosa salió bien, con una respuesta coherente de todas las secciones orquestales a las siempre precisas indicaciones del maestro portugués. Los cuatro movimientos de esta compleja sinfonía contiene pasajes de lucimiento personal para prácticamente todos los instrumentos que convirtieron a los profesores de la OV en los auténticos protagonistas de la velada, brindándole al público una lectura desde íntima a contundente, espléndidamente escalonada en sus diferentes terrazas dinámicas por Coelho. El viento madera sonó compacto y limpio, los metales robustos y en bloque. Al igual que la sección de timbales y percusión, el piano, la celesta y las arpas aportaron lo suyo para hacer surgir ese sonido de Shostakóvich que le extrae a la orquesta su característica y muy variada paleta de colores. Especialmente en el tercer movimiento (Largo), la cuerda brilló técnica y musicalmente, completando así una muy lograda interpretación de una de las sinfonías más dramáticas de la historia de la música a tenor de lo que supuso para su autor.

 

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