Premio Nacional de Comunicación Cultural por su obra La Fonoteca, primera publicación sobre la organización de un recurso musical tan importante, y Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura por su trayectoria artística internacional desde que a finales de los años ochenta dejó la dirección de la Fonoteca de la Universidad Complutense. Cabe igualmente destacar reconocimientos en el ámbito de la creación musical internacional de vanguardia como la DAAD Alemana y el Premio internazionale Demetrio Stratos en Italia.
Fátima Miranda es el reflejo palmario de que el trabajo basado en el rigor y la imaginación traspasa estilos musicales y concepciones culturales tan obsoletas como la división burguesa entre “alta” y “baja” cultura, por si no fuera suficiente con lo conseguido por Frank Zappa, por ejemplo, en la disolución de esta barrera.
Nos presenta en esta ocasión un espectáculo multidisciplinar con algunos de los “grandes éxitos” de su carrera y de sus discos, así como varias piezas recientes. Canto, creación, virtuosismo vocal, minimalismo visual pero también universo plástico global, movimiento, danza y performance art al servicio de ideas rupturistas en lo vocal, musical, conceptual e incluso social y político. De todo hay en dos horas de espectáculo, hasta intervención del respetable en el bis.
Voces del mundo, sonidos de la naturaleza, de la guerra, de la vida cotidiana, de nuestros ritos sociales y personales. Todas se integran y van tomando forma, transformadas, en un escenario en el que ella es única oficiante de un culto antropológico, cultural y a veces secreto, mágico siempre, como la formación de las ondas sonoras en el agua de una vasija -supongo de bronce- en una lección magistral de música y física que se forman en tiempo real y a la vista del público. Reitero, MAGISTRAL.
Ya supone el lector que tanta sapiencia no se improvisa. Salmantina en Madrid y madrileña en Salamanca, presenta su obra en espacios tan diferentes como una iglesia barroca de México, el Arsenale de la Bienal de Venecia, un museo de arte contemporáneo en Basilea, el altar de Pérgamo en Berlín, un gran auditorio en Lisboa y ocasionalmente en un teatro en España. La pieza final nos relata visual y “sónicamente” la locura de consumo, velocidad, violencia y guerra en la que se ha metido la Humanidad. Todo ello con una dosis de virtuosismo vocal y creatividad tan alta que elude toda visión cortoplacista y reduccionista de un hecho tan peligroso.
En resumen “muchas fátimas” en FatiMatrioshka, con ecos de muchas otras personalidades creadoras como Esther Ferrer, Meredith Monk, Laurie Anderson, el propio Lou Reed… o John Cage, aunque parezcan chocantes y contradictorias algunas de estas afinidades.
¿Se prodiga poco? Yo diría que “la prodigan poco”, quizá por inclasificable dentro de los nichos tan rígidos de los catálogos que maneja gestión escénica actual. Esta “inclasificabilidad” (palabro inventado) era un valor añadido entre el 68 y el 2000, ahora priman los paquetes dirigidos a targets tan precisos como limitados. ¿Esto es bueno? ¿Es malo? Parafraseando a “aquel”: es el mercado, amigo. Todo un despropósito.
Si aparece por su ciudad no dejen de acudir, saldrán “cambiados” sin ninguna duda. PARA BIEN.
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