Juan Carlos Asensio es profesor de Canto Gregoriano y Paleografía en el Conservatorio Superior de Salamanca, profesor de Notación en la Escola Superior de Música de Catalunya y director del grupo Schola Antiqua; está muy bien situado, pues, para la realización de este compendio. El autor indica: “Nuestra visión de la música occidental sería distinta si en sus orígenes no se encontrara el canto gregoriano”. ¿Podría ser de otro modo? El canto gregoriano fue la expresión musical dominante durante un periodo tan extenso en nuestro ámbito occidental que, si fijamos su declive alrededor del siglo XV (lo que no deja de ser una hipótesis muy arbitraria), habría durado su predominio el doble del tiempo transcurrido después. Si añadimos a ello que la mitad de ese periodo transcurrió sin notación definida evaluaremos la dificultad de reconstruir un corpus que ahora nos parece históricamente chato. Sin embargo, cada avance en la investigación sobre el gregoriano, que inauguró el mítico Monasterio de Solesmes en la segunda mitad del siglo XIX, ha significado un impulso que no ha dejado de tener consecuencias en la música viva.
Queda, eso sí, la asignatura no ya pendiente sino quizá atrofiada de su recuperación en el culto de la iglesia. Pero ése no es problema de investigadores, músicos y amantes del arte en sus diferentes variantes. Gracias a esa dejación ha desaparecido el eterno debate de si el canto gregoriano es canto o rezo y hoy ese milenio de historia se ha convertido en investigación fundamental sobre los cimientos de nuestra música. Aunque tampoco hay que olvidar la trascendental aportación de numerosos y muy eruditos religiosos, empezando por las venerables generaciones del citado monasterio de Solesmes y varios monasterios españoles.