Cualquiera que se haya acercado a la música de Hildegard, de la escucha a la interpretación, habrá podido constatar la importancia de lo simbólico y lo alegórico que, no solo son un lugar común en su producción, sino que forman parte del complejo imaginario de la santa, que forma un todo con sus visiones. En esta edición de textos de la benedictina Cirlot nos sirve de experta guía para transitar por este universo.
La edición incluye una biografía escrita por Theoderich von Echternach, escrita poco después de su muerte; una sección de cartas; visiones provenientes de dos de sus fuentes, Scivias y Liber divinorum operum, donde además de textos encontramos también la reproducción de miniaturas; y una selección de poesías que Hildegard musicalizó, traducidas al castellano en edición bilingüe. Todo lo anterior está acompañado por textos utilísimos para el lector, a saber: notas introductorias, un epílogo, y notas a cada uno de los cuatro textos de nuestro personaje. Estas aportaciones de la editora nos sirven para acercarnos y comprender los textos, para lo cual llama la atención o aclara aspectos significativos, como el carácter consistentemente hagiográfico de los relatos vitales de la misma Hildegard (al igual que en tantas otras santas) o cómo se entiende una voz interior que no es más que la voz del altísimo, canalizada en experiencias con una transversalidad sinestésica.
Pero un personaje puede ser leído de diversas maneras y aquí la editora, como apunta la inclusión de visiones en la edición, nos presenta a una creadora cuyo quehacer
está enmarcado en una experiencia mística o atravesada por ella, según se quiera mirar. Cirlot nos dice: “Para Hildegard von Bingen el arte es mediación, camino que conduce de la tierra al cielo, de lo visible a lo invisible”. Inmediatamente podemos ver aquí una similitud o hacer una asociación con la visión romántica de la creación como algo que viene dado por la conexión mística con un “altrove”, lo que podemos llamar inspiración, pero en tal caso el saber y la consciencia sobre el hecho están en un segundo plano, ganando el relato de épico apasionamiento a la dimensión artesanal y reflexiva del arte. Sin embargo, Hildegard es consciente de sus visiones, de su saber y de la proveniencia de este, y de la responsabilidad de ser consecuente con ello.
Por último – y esto es algo a lo que esta edición permite acercarse–, si bien es cierto que en el pensamiento de la Edad Media el saber es un todo orgánico, lo que hace excepcional a Hildegard es que abraza en ese todo de manera natural al arte, que la editora se encarga de adjetivar como sacro para encuadrar al personaje. Podemos ver, pues, cómo la mística no transita de la música a otros ámbitos sino que su actividad se extiende de manera natural hacia uno y otro punto.
A pesar de esta transversalidad, muchas de las cuestiones de las que se ocupa Hildegard y que Cirlot comenta parecieran estar lejos del quehacer musical, y lo están –de alguna manera– tal y como entendemos a la música en nuestros días, pero no es así para la Edad Media y es aquí donde esta Vida y visiones de Hildegard von Bingen se muestra como una herramienta útil para quien quiera acercarse a la música de esta doctora de la iglesia.
__________