El año 2021, con motivo del 500 aniversario de la defunción de Josquin Desprez, el coro catalán dirigido por Xavier Pastrana reivindicó el legado de este compositor renacentista en una serie de conciertos que pusieron su música en diálogo con creadores contemporáneos como el saxofonista Gerard Marsal o el compositor Joan Magrané.
Recientemente, más allá del estricto ámbito musicológico y académico, ensayistas como Ramón Andrés han dedicado su atención al músico francoflamenco que llegó a ser aclamado en su tiempo como el princeps musicorum. Precisamente, este estudioso navarro ofreció una conferencia previa al concierto ampurdanés, a tenor de su último ensayo La bóveda y las voces. Por el camino de Josquin. Una charla vaga y amena que contextualizó el enigmático periplo vital de este compositor que, como nadie antes, fue capaz de conjugar la espiritualidad de su época con una milagrosa matemática espacial de los sonidos. “El Bach de su tiempo”, Andrés dixit.
El concierto comprendió un auténtico homenaje a la escuela de compositores francoflamencos que desarrollaron y llevaron las técnicas del canto polifónico hacia su máxima culminación. Fieles a la tradición de los seises -seis cantores, uno por voz- y a la antigua disposición de los coros capitulares, los componentes del Ensemble O Vos Omnes abrieron la velada musical con una refinada interpretación de la canción a 3 Tout a par moy de Gilles Binchois, ilustre maestro, junto a Guillaume Dufay, de la escuela borgoñona. Siguió la penetrante página a 4 que el laureado compositor de la primera escuela francoflamenca, Johannes Ockeghem, escribió en memoria del mismo Binchois, su amigo y maestro. A continuación, siete piezas de Josquin, la primera de las cuales un Stabat Mater a 5, edificado sobre el cantus firmus de una canción de Binchois, Comme femme desconfortée, convertida aquí en la declamación del dolor de la Virgen a los pies de la Cruz. Después de este, pudimos escuchar auténticos monumentos de la arquitectura musical josquiniana como Tu solus qui facis mirabilia, la emotiva canción Mille regretz, la incisiva In te Domine speravi o la conmovedora Nymphes de bois, el lamento que Josquin compuso a raíz de la muerte de su apreciado Ockeghem. Finalmente, tuvimos la fortuna de escuchar tres números culminantes (Introit, Kyrie y Graduale) de la misa de réquiem de Jean Richafort, según la tradición escrita en memoria de Josquin. Richafort, representante de la tercera generación de la escuela francoflamenca, persevera en la praxis de depuración y estilización expresivas del entramado polifónico que facilitará la plena asimilación de su contenido semántico. El camino a Palestrina y Victoria está aquí ya servido.
Como propinas, el conjunto catalán, que se distinguió por su nitidez y pulcritud discursiva, recompensó los generosos aplausos del público con dos piezas josquinianas: un fragmento del Credo de la misa Hercules Dux Ferrariae y la simpática canción El grillo, presuntamente dedicada a un colega cantor.
El compositor Joan Magrané firmó las notas al programa del concierto, a las que solo cabe objetar dos detalles historiográficos. Por una parte, los frescos que cubrían la bóveda de la Capilla Sixtina en los años de Josquin como cantor capitular no eran los de Miguel Ángel sino los de su predecesor, Piermatteo d’Amelia -responsable de un sobrio firmamento estrellado. De otra parte, las conjeturas acerca de la autoría de la incisión mural con el nombre de Josquin en la cantoría de la misma capilla, parecen descartadas por los últimos estudios sobre el tema (David Fallows, Josquin, 2009).
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