Doce Notas

Trío de Damas en el Liceu

opinion  Trío de Damas en el Liceu

Con una brillante carrera a sus espaldas, Maier anunció su retirada de los escenarios justo antes de empezar la velada musical. Con un sentido exquisito del fraseo y un instrumento inteligentemente dosificado, la gran dama wagneriana nos regaló una memorable recreación de uno de sus roles fetiche: el de Waltraute de Götterdämmerung. Si ella encarnaba el legado de un pasado legendario, Iréne Theorin se reveló como un presente dorado y en pletórico estado de gracia. Su recreación del Liebestod fue de una intensidad musical y de un calado dramático apabullantes. Una interpretación de tal voltaje canoro como el que nos regaló, con empuje arrollador, la joven soprano noruega Lise Davidsen, dueña de un instrumento sin parangón, por su caudal, su densidad y su dominio expresivo. Ella fue la responsable de arrancar la velada con dos páginas del Tannhäuser magistralmente interpretadas.

Pero si la dosis wagneriana de la primera parte del concierto logró desatar la euforia germánica del coliseo catalán, la apoteosis straussiana de la segunda parte fue más que absoluta. La recreación de las escenas de Elektra, aunque en versión concertada, consiguió remover los cimientos del teatro. La perfecta compenetración y la entrega absoluta de las tres intérpretes (Theorin, Elektra; Davidsen, Chrysothemis; Maier, Klytämnestra) lograron hacer vibrar y chispear el escenario sin decorado alguno. A todo ello, cabe subrayar el nivel extraordinario de la orquesta titular del teatro bajo las ordenes de su director, Josep Pons; sin lugar a dudas, ellos también fueron parte esencial del milagro.

El público, fuera de sí y exaltado, aplaudió en pie minutos y minutos, obligando a los intérpretes a salir a saludar más de una decena de ocasiones. A la salida, las colas de los fans en la puerta de artistas certificaban lo excepcional de la velada.

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