Su vida y obra desmienten rotundamente la distinción tan rígida entre “alta” y “baja” cultura. Componía tanto para la LSO y Pierre Boulez, como Pop exitoso para su hija Moon Unit (Módulo Lunar). El núcleo central de su obra nada en aguas del rhythm & Blues, rock, jazz y sonoridades contemporáneas. ¿Doscientos discos? Puede. Grababa todos los conciertos y aprovechaba temas y tomas para los siguientes trabajos discográficos. Tuvo que fundar sucesivamente varias editoras, las major no se querían hacer cargo de ese material tan explosivo. Como mucho (UA o CBS) se comprometieron a distribuirlo, al final ni eso, tuvo que aprovechar las nuevas radios digitales de Los Ángeles y airear sus obras para quien quisiera tenerlas grabadas. No salía de su hura (casa y estudio) más que para actuar, sus músicos eran “sus empleados” con paga semanal fija, algo que le granjeó enemistades sindicales y políticas. Era un ser libre y contradictorio.
Vivía para su arte y al final de su vida hace una defensa de la libertad de expresión ante el Senado de USA por el parental advisory (¿no os suena a algo cercano?) que se estudiará en las universidades: quien no quiera escuchar ciertas cosas que no compre el disco ni vea sus películas, el resto es marear la perdiz mediática y política. Murió joven de un cáncer de próstata no muy bien tratado, raro que no fuera de pulmón, fumaba como una coracha, como decimos en España.
¿Qué tiene de particular este libro? Zappa fue un músico y guitarrista “autodidacta”, su primer disco era de Edgar Varese, esto en una sociedad que fomentaba la escucha del doowoop y el country como expresiones nacionales. Él admiraba más a los músicos afroamericanos (llega a decir que tenía casi ochenta mil discos de blues).
No eran esos solamente los estilos practicados, ya que siempre compuso obras que catalogaríamos sin duda de música contemporánea y de hecho financiaba unos encuentros y conciertos sobre el tema en su propia casa.
Original guitarrista (él no pensaba lo mismo) y compositor extraordinario, gran arreglista y orquestador que se apoyó en músicos no muy conocidos en su momento pero que estaban curtidos en miles de sesiones de grabación que se producen en L.A. y el resto de los USA. Llamaría a su primer grupo The Mothers of Invention, (la necesidad es la madre de la invención decimos en las ciencias sociales). Quiso ser director de cine pero fue “director de orquesta” de rock, nada mal.
El libro abunda en detalles sobre sus fases creativas, los discos grabados y los músicos que le acompañaron. Combinaba “The mothers” con su propio nombre en función de la orientación musical y sus relaciones (conflictivas) con sus compañeros y amigos músicos (Captain Beefhart, por ejemplo).
Muy interesante el capítulo en que se desmenuzan sus veinte discos esenciales: grabaciones, motivaciones, estilos, músicos, anécdotas. Desde Freak Out! y Absolutely Free hasta el póstumo Civilization Phaze III editado en 1994, pasando por We are only in it for the money, Uncle Meat, Hot Rats, Chungás Revenge, Waka/Jawaka, The Grand Wazoo, Sheik Yerbouti y Joe´s Garage, planeado como un espectáculo de teatro musical. Yo añadiría a la lista las obras de expresión contemporánea grabadas en Europa, especialmente The Perfect Stranger, dirigida por Pierre Boulez con el Ensemble Intercontemporain de París y The Yellow Shark con el Ensemble Modern, alemán. Dos obras estratosféricas que entenderemos el resto de los mortales ya bien entrado el siglo XXII.
La nómina de músicos que pasaron por sus grupos incluye, entre muchos otros, a Roy Estrada, Don Preston, Motorhead Sherwood, Ian & Ruth Underwood, Sugar Cane Harris, Jean Luc Ponty, Aynsley Dunbar, George Duke, Sal Márquez, Jeff Simmons, Johnny Guitar Watson, Terry Bozzio, Steve Vai o Adrian Bellew. ¿Rock, blues, pop, jazz? Da igual, cada disco encuentra su propia lógica y su propio estilo.
Interesantes capítulos sobre sus músicos más admirados (Hendrix) y sus escarceos españoles: giras, colaboraciones, proyectos…en 1993 murió dejando a sus familiares una ingente labor musical por hacer…y un gran marrón: miles de cintas de conciertos y noches de insomnio en el sótano que usaba como estudio.
¿Un genio? Yo no tengo ninguna duda, pero las facultades de musicología lo dirán.
Lean y juzguen ¡diviértanse! Magnífico libro de Quim Casas Moliner profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra
Enhorabuena
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