Doce Notas

Innsbruck: Talento y genialidad

opinion  Innsbruck: Talento y genialidad

© Ovidi de Cardona

Su fórmula de aunar el redescubrimiento de compositores y obras olvidados a cargo de jóvenes intérpretes emergentes dota a este certamen de un aliento de vitalidad y entusiasmo raramente repetible.

Un almuerzo de joven talento español

Entre las singulares propuestas de este festival, están los conciertos de almuerzo celebrados en los jardines imperiales de Innsbruck, donde el pasado 24 de agosto tuvimos ocasión de escuchar a dos jóvenes compatriotas: Miriam Hontana (violín) y David Palanca (clave). Ambos deleitaron al público que llenaba y rodeaba el pabellón neoclásico de los jardines con un delicioso concierto de sonatas de Antonio Vivaldi, Johann Sebastian Bach, Heindrich Ignaz Biber y Nicola Matteis, entre otros. Un programa que dio oportunidad de desplegar a raudales el talento de esta joven pareja de intérpretes.

Hontana, impulsora del interesante conjunto OBNI, logró sacar brillo al violín, especialmente en los movimientos rápidos, donde aunó virtuosismo y carácter expresivo. Palanca, a su vez, fue un espléndido partenaire; pulcro, diligente y solícito en sus diálogos con el violín, así como también hondamente expresivo en sus intervenciones solistas.

Tres órganos para un violín

© Cortesía Festival

La monumental iglesia del monasterio de Wilten acogió un espectacular concierto de órganos y violín la tarde del mismo 24 de agosto. El veterano organista Lorenzo Ghielmi hizo vibrar los tubos de los tres órganos del templo tirolés, ubicados en los pies de la nave (el mayor) y en el coro que precede el presbiterio (los dos menores).

Ghielmi no es solo un consumado organista, sino también un gran estudioso y especialista de la literatura musical renacentista y barroca. En esta velada nos dio a degustar obras de George Muffat (1653-1704), una vigorosa Tocatta de densa factura contrapuntística y una pieza de con aires de danza cortesana con gran lucimiento de los registros de maderas y metales, así como simpáticas variaciones y partituras de Bernardo Pasquini (1637-1710) – especialmente divertida la tocatta del cuco – o las virtuosas sonatas de Arcangelo Corelli. Le acompañó en algunas de ellas el intachable violín de Hirasaki, protagonizando delicados y emotivos diálogos con el rey de los instrumentos.

Una fiesta musical en mayúsculas

A pesar de la juventud de sus integrantes y de su reciente fundación (2016), el conjunto Le Consort es una de las formaciones de cámara especializada en música de los siglos XVII y XVIII con mayor proyección en el continente europeo. Está integrada por los violinistas Sophie de Bardonnèche y Théotime Langlois de Swarte, la violonchelista Hanna Salzenstein y el clavecinista Justin Taylor, quienes el pasado 26 de agosto ofrecieron un concierto en la majestuosa sala española del castillo de Ambras que acabó desatando el entusiasmo colectivo del público.

© Cortesía Festival

El programa de la velada, titulado Rivalità, proponía un diálogo musical entre dos colosos del tardo-barroco veneciano, uno muy celebrado y el otro completamente olvidado, ambos virtuosos del violín y estrictos coetáneos: Antonio Vivaldi (1678-1741) y Giovanni Battista Reali (1681-1751). Poca cosa ha sobrevivido del corpus de Reali. fundamentalmente unas pocas colecciones de sonatas de cámara; legado escaso pero suficiente para acreditar su extraordinario talento, capaz de medirse de tú a tú, sin titubeos, a un gigante musical de la talla de il prete rosso. La rica gama de recursos expresivos de sus sonatas, su maestría en el dominio del contrapunto, el virtuosismo de la partes de violín, los contrastes de carácter, las incisivas disonancias, su plena asimilación del legado de Corelli, el diálogo audaz entre la cuerdas agudas y el continuo; todo ello perfila un discurso musical – el de Reali – digno de los mejores maestros del barroco maduro.

Los jóvenes intérpretes de Le Consort desplegaron toda su genialidad para exprimir el jugo vital de estos dos maestros. Una interpretación que embelesó al auditorio por la suntuosa creación de diálogos entre los dos violines y el bajo continuo, la riqueza de contrastes expresivos y su envidiable virtuosismo, así como por el desparpajo de su lenguaje personal, vitalísimo, dinámico y colorido. Al finalizar la velada, el público que abarrotaba esta histórica sala, puesto en pie, forzó hasta dos propinas que acabaron en follie generalizada.

_____________

 

Salir de la versión móvil