Después de recibir una colección de CD de Deutsche Grammophon de su abuelo por su 16 cumpleaños, Marc Migó (1993, Barcelona) se sintió atraído por su contenido. Este descubrimiento lo llevó a buscar la guía de la pianista Liliana Sainz y el compositor Xavier Boliart. Tres años después, se matricula en la ESMUC (Escuela Superior de Música de Cataluña).
En 2017, gracias a una beca otorgada por la Fundación SGAE, Marc se mudó a Nueva York para continuar sus estudios musicales. Realizó su Maestría en The Juilliard School, donde ha recibido en dos ocasiones el Premio de Composición Orquestal. En 2019 recibió el Premio del Festival Pablo Casals por su Sonata para violonchelo “Cerdanyenca”, un premio Morton Gould para jóvenes compositores de ASCAP y el premio del concurso anual de encargos New Juilliard. También ha sido miembro del Instituto de Compositores de la Orquesta de Minnesota 2020 y ganador del Premio George Enescu 2020, entre otros reconocimientos internacionales.
Marc Migó ha desarrollado sus estudios de doctorado en composición en la Juilliard School de Nueva York, bajo la tutela del John Corigliano, y actualmente está pendiente de terminar su doctorado en EE.UU.
Ha recibido encargos de instituciones, formaciones e intérpretes de primer nivel, como UrbanArias, la Ópera Nacional de Holanda, el Liceu Opera House, el New Juilliard Ensemble, el Festival Pablo Casals de Prades, l’Associació Joan Manén, la Fundación Pro Arte Córdoba y el dúo Isas -Kwiek, entre otros y se acaba de incorporar al catálogo de compositores de la prestigiosa editorial Universal Edition para la publicación de sus obras.
En diciembre del pasado año, la orquesta de la prestigiosa Juilliard School del Lincoln Center de Nueva York interpretó su obra La Dona d’aigua y este verano estrenará su obra orquestal Dumka for Anya en el prestigioso Festival de Cabrillo (California). Además, ha obtenido recientemente la Fellowship Dominik Argento for Opera Composition de la National Opera Association.
¿Cómo surge la idea de tomar como base del argumento de su ópera de cámara la historia de las hermanas Fox? Es un tema fascinante a la vez que algo controvertido
Desde hace mucho tiempo me ha interesado el tema de las teorías de la conspiración y las sectas. Me fascinan los mecanismos por los cuales decidimos creer en lo que creemos, y cómo estos dan forma a la época que nos ha tocado vivir, caracterizada por un exceso de información e hipercomplejidad. Leyendo el celebrado libro “Por qué creemos en mierdas”, de Ramón Nogueras, me fijé en un interesante pero breve párrafo sobre las hermanas Fox. Me sorprendí de no conocer una historia tan única como representativa de nuestros tiempos: Cómo unas hermanas adolescentes del estado de Nueva York terminaron originando, a mediados del siglo XIX y a modo de juego primero, lo que más tarde se conocería como el espiritismo. A pesar de que se desmarcaron del movimiento en el año 1888, sus seguidores siguieron creyendo en los preceptos de la nueva religión, por lo que las anteriormente célebres hermanas murieron en la más absoluta miseria. Otro aspecto muy interesante de esta historia real es el hecho de que la figura de la medium fue eminentemente femenina. De repente, una mujer podía gozar de unos niveles de independencia sin precedentes, poniendo patas arriba las dinámicas de poder establecidas por la Iglesia y demás estructuras patriarcales. Todos estos ingredientes tan llenos de luces y sombras me hicieron pensar en escribir una ópera alrededor de las aún hoy poco recordadas hermanas. Es una historia tan operística, que simboliza tan bien la era de la post-verdad en la que nos encontramos! Le presenté la idea a Lila Palmer, una excelente libretista que conocí en Nueva York, y la idea le entusiasmó.
The fox sisters forma parte del proyecto ÒH!OPERA del Liceu, y usted fue seleccionado a través del proyecto Barcelona Creación Sonora del ICUB. Cuéntenos cómo vivió ese proceso
Este encargo llegó muy poco después de que hubiera tenido la idea de escribir una ópera sobre las hermanas Fox. Casi como si los espíritus hubieran decidido interceder a mi favor… Sea como fuere, me alegré por la oportunidad, aunque inicialmente mi ambición era la de escribir una ópera de gran formato (ya que el tema lo merece). Las condiciones del encargo del Liceu establecían unas dimensiones reducidas, tanto a nivel instrumental como temporal. Esto me permitió escribir una primera aproximación a un tema que me gustaría explorar dentro del formato de la gran ópera.
¿Cree que en España hacen falta más proyectos como el del Liceu, sobre todo para compositores jóvenes?
La iniciativa del Liceu me parece maravillosa, aunque hacen falta más ideas para dar salida a todo el conjunto patrimonial español. Hablo de compositores del pasado y del presente (de todas las edades). De los muertos, poca gente se acuerda. Irónicamente, igual que hacían (o pretendían hacer) las hermanas Fox dentro del contexto de la “seance”, podemos revivir a nuestros grandes compositores simplemente programando su música. A lo mejor nos falta un poco de fe y de espíritu espiritista dentro de los círculos de programación del país.
Ud. está desarrollando actualmente su doctorado en composición en la Juilliard School bajo la tutela de John Corigliano ¿Cómo está siendo su experiencia?
Desde finales del 2021, soy lo que en Estados Unidos se llama ABD (all but dissertation) doctoral candidate, lo cual quiere decir que solo tengo pendiente escribir mi disertación. Por lo tanto, ya no recibo clases de ningún tipo, tampoco de John. Aun así, ¡mantengo una gran amistad con él, a quien considero como un mentor magnífico! La oportunidad de estudiar en Juilliard, ya no solo a nivel doctoral, sino anteriormente haciendo un máster, fue y sigue siendo extraordinaria. Trasladarme a Nueva York me cambió la vida en muchos aspectos, y el geográfico es el de menor importancia. Siempre recordaré la poderosa combinación de emociones tan dispares como pánico por no dar la talla e ilusión irrefrenable por estar rodeado de tanto talento. A poco de empezar mis estudios allí, asistí a un concierto donde Esa Pekka Salonen dirigía a la Juilliard Orchestra en un concierto íntegramente dedicado a Sibelius. Fue algo absolutamente único. Una vez volví a casa, pasadas las nueve de la noche, me sentí tan inspirado que empecé a componer y no pude parar hasta la mañana siguiente. Además, Nueva York es un centro de talento extraordinario, que ofrece oportunidades a quien las busca y posee (al igual que el resto de Estados Unidos) una apertura de miras muy saludable. Por todo ello, mi intención es la de mantener un estrecho vínculo con esa ciudad.
Se ha formado en la ESMUC pero ha estudiado y trabajado también fuera de España ¿Cuáles son las diferencias que aprecia a la hora de trabajar en otros países con respecto a nuestro país?
Hay una diferencia fundamental entre la mentalidad Europea y Americana. Mientras que en Estados Unidos existe una sincera y sana curiosidad hacia lo que se hace en Europa, no sucede lo mismo a la inversa. Percibo que en parte se trata de una cierta arrogancia por parte del “Viejo continente” donde no faltan voces que se autoproclaman como las guardianas de los valores occidentales, y los ecos ya anacrónicos de Adorno “ después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie” aún resuenan con estruendo. Cada modelo tiene sus puntos débiles, por supuesto: Por un lado, en Estados Unidos el mecenazgo del sector privado es muy potente, lo cual favorece el afloramiento de música “capital-realista”, como me dijo una vez sarcásticamente Joel Sachs, el director del New Juilliard Ensemble, hablando de la dictadura del público y los compositores que escriben superficialmente, simplemente para agradar. Por el otro lado, en Europa el dominio del sector público, juntamente con el legado Wagneriano que erige al compositor al estatus de genio por encima de las masas, favorece la creación de obras sin aspiración alguna de establecer una comunicación sincera con el oyente.
¿Cuáles son sus compositores de referencia?
¡Qué pregunta más difícil! Pregúntele a los espíritus. Creo que en función del día propondrían nombres distintos. Le diría que admiro la ambivalencia de Shostakovich, la poética de Schubert y Schumann, la belleza nostálgica de Silvestrov, el eclecticismo y teatralidad de Corigliano y Britten, la emoción y técnica de un Philip Lasser o Salvador Brotons…
¿Cuáles son sus próximos proyectos?, ¿En qué campo de la composición le gustaría desarrollarse más?
En 2019, empecé a escribir para voz, con mi ciclo de canciones 4 Songs in Red, sobre textos de Svetlana Alexievich, obra que afortunadamente ganó el Premio George Enescu en el año 2020. Desde entonces, he buscado especialmente seguir trabajando con voces. Aun no puedo anunciar oficialmente algunos proyectos que me traigo entre manos, pero voy a seguir trabajando en el campo operístico. Sin embargo, eso no me está impidiendo desarrollar otros proyectos igualmente ilusionantes. De aquí al 2024 tendré la fortuna de poder escribir obras para Spanish Brass, Tempus Trio, Hanna Tarley, o la Orquesta del Reial Cercle Artístic, entre otros…
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