Serían avales suficientes para tenerlo en consideración, pero hace algo más: reflexiona sobre la condición de la música en la sociedad occidental actual, tarea complicada por su omnipresencia social.
¿Música o músicas? He ahí el dilema hamletiano. ¿Hay solo una música? ¿Hay varias? ¿Están conectadas? ¿Se aman? ¿Se odian?
Yo diría que todo a la vez, se trataría de un nudo gordiano musical de difícil desanudamiento.
Hace unos meses publique en estas páginas virtuales una reseña sobre un magnífico cómic a propósito de Red Hot Chili Peppers. Su drama es querer ser admitidos en la industria musical desde posiciones musicales y personales absolutamente contrarias y críticas con esa misma industria y sus rutinas de management. Les pasaba en parte lo mismo a Nirvana y antes a Sex Pistols. Conflictos permanentes a la vista. En otro orden de cosas ya pasó lo mismo a Charles Mingus y Frank Zappa, la industria musical y ellos se odiaban a muerte. Incluso le pasó a John Cage y la propia “academia” clásica y contemporánea. Agua y aceite.
De ahí viene una de las dificultades expuestas en esta sincera publicación. ¿Tienen algo en común Varese y John Williams? No parece, Varese – desde el sector «académico» – tiene más que ver con Zappa que con el mencionado Williams.
Sería conveniente acordar que la música «clásica», en sus dos grandes segmentos: histórica y contemporánea, dialogan mal con la música «popular» en sus también dos grandes segmentos: popular tradicional e independiente (artesanal) y popular industrial, como describe el autor. Otra cosa son los huecos que dejan libres estos grandes quesos, ahí hay ciertos entendimientos, como en la improvisación, new age, algunas fusiones, etc.
Se hacen denodados intentos en muchos auditorios por explicar al público «de clásica» las virtudes de todo lo que comenzó en Europa con el serialismo y en USA con la electrónica, Cage, y el minimalismo, Reich. Alguno he hecho. Los propósitos son buenos pero los avances pocos salvo en algunos centros de excelencia europeos (París, Berlín)
Lo mismo en la esfera de lo popular artesano e industrial. Algunos amigos del jazz, del rock o del folk editan y actúan con solo estudiar, componer, ensayar, grabar y mezclar…en la vertiente industrial estas actividades pueden verse multiplicadas por cien fácilmente.
La cadena de actividades que integra la industria tiende a infinito, por eso hay dos grandes actividades críticas controladas por las discográficas: financiación y ventas.
Pete Townshend echaba pestes de los famosos «adelantos a cuenta», que al final te despojan del control de tu propia obra artística. Siempre acabas debiendo un disco a la disquera.
¿Puede haber pasarelas entre estos mundos? Si, las hay, pero son estrechas y las transitan élites de grandes instrumentistas – Third Stream del jazz por ejemplo- o núcleos pequeños de aficionados – contemporánea por ejemplo-. El resto es un gran magma de actividad comercial e industrial del que disfrutan amplias capas de la sociedad, en España un cincuenta por ciento de la sociedad acude al menos una vez al año a un concierto gratis o de pago según datos del Ministerio de Cultura.
Este panorama hace que los creadores e intérpretes se hagan muchas preguntas a lo largo de su carrera: formación adecuada, orientación, mercados, management, comunicación, uso de las herramientas informáticas disponibles, originalidad o imitación, seguir en la zona de confort o romper moldes, salir de la caja…entre otras cuestiones.
Todas ellas aparecen en las páginas de esta sencilla y sincera publicación, que no son otras que las conversaciones que se suscitan cuando un músico popular tiene ocasión de debatir con otro de raíz clásica. Algunas veces coinciden, no muchas
Muy buen expuesto todo, amena lectura, profusión de ejemplos…muy recomendable.
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