Doce Notas

Veni, Cantavi, Vinci

opinion  Veni, Cantavi, Vinci

A pesar de ser una voz ya conocida dentro del estrellato de contratenores, a diferencia de muchos de sus colegas, Fagioli apenas se había prodigado por el territorio catalán. Hemos tenido que esperar a la iniciativa del ciclo Grans Veus del Palau de la Música, que tantas alegrías nos viene dando, para poder gozar plenamente del magisterio canoro de este cantante argentino.

En su visita a la capital catalana, vino a presentarnos el programa Natura & turments centrado en el repertorio operístico de los grandes maestros del barroco tardío, esto es Haendel, Vivaldi, Porpora, Locatelli y, el menos conocido, Leonardo Vinci (que no cabe confundir con el célebre pintor renacentista). Un repertorio que le permitió abordar algunas de las páginas más comprometidas que estos maestros dedicaron a las grandes voces de su época, los castrati. Y no solo salió airoso de su cometido, sino que con ello logró despertar el fervor unánime del auditorio catalán.

Dotado de una voz pequeña y de un amplio registro, Fagioli aúna una habilidad torrencial para el canto ornamentado y una sensibilidad exquisita para sostener los números introspectivos con un legato y un uso de las regulaciones prodigiosos. Podríamos decir que su virtuosismo reúne las facultades acrobáticas de la Bartoli y la delicadeza preciosista de Jaroussky, cultivando conjuntamente un sentido portentoso de la expresividad y el uso de los tempi sabiamente dosificados.

Muestra de todo ello lo fue el ambicioso programa que interpretó en la capital catalana y que rebasó en más de tres cuartos de hora la temporalización anunciada en el programa de mano. Si bien su primera aria, «Quell’usignolo che innamorato» de la ópera Gismondo, re di Polonia de Vinci, acoso nos sonó un tanto puerilmente afectada, la siguiente página handeliana, «Agitato da fiere tempeste» (d’Oreste), puso de relieve la magnitud del intérprete que teníamos delante. Un virtuoso de la coloratura que devolvió todo su aliento expresivo a arias tan exigentes como «Dopo notte atra e funesta» de Ariodante de Haendel o “Vo solcando in mar crudele» del Artaserse de Vinci, entre otras. Así mismo, su magisterio se realzó también en los números que profundizan en los repliegues más hondos del ánimo humano para dejar emerger lánguidas y incisivas melodías, unos pentagramas que el contratenor argentino cinceló con habilidad de orfebre y sabiduría de alquimista.

Más allá de la voz, el concierto nos dio ocasión de descubrir la espléndida formación historicista que lidera el violinista Andrés Gabetta, quien además tuvo ocasión de lucirse como solista en varias páginas de Vivaldi y del siempre sorprendente Locatelli. Un conjunto joven y brillante, la Gabetta Consort, que no hace más que certificar el auge que vive hoy el repertorio antiguo entre los más jóvenes y sancionar aquella máxima profética de Giuseppe Verdi: “Torniamo all’antico e sarà un progresso”.

 

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