Doce Notas

Progresa adecuadamente

libros  Progresa adecuadamenteTomo además el titular muy preciso y conocido como expresión educativa del propio director de la colección, Fernando García Poblet, muy adecuado.

De Eduardo G Salueña, compilador y editor podemos decir que hace una labor musical increíble como programador musical del ayuntamiento de Gijón a través del Taller de Músicos en el Antiguo Instituto Jovellanos, pero de igual manera es un estudioso de la materia que tiene entre manos: la música popular actual. Con mucha fruición leímos hace tres años su libro Música para la Libertad y que fue reseñado también en estas páginas. Colabora con la Universidad de Oviedo en el Aula de Rock y Pop adscrita al departamento de Historia del Arte y Musicología que dirige Eduardo Viñuela Suárez. Departamento pionero en acoger este tipo de estudios y referencia nacional en estas investigaciones. Eduardo además es teclista y compositor en su propio grupo musical Senogul.

Ya le preguntaré como consigue compaginar toda esta actividad, partiendo de que es doctor en Musicología y profesor del conservatorio de Gijón se empieza a intuir. Su tesis devino en publicación como Música para la libertad en 2017. Seguro que descansa poco.

El libro Rock en Progresión trata, mediante artículos de ocho autores, un determinado momento de la música popular europea y americana el que va de 1965 a 1980 aproximadamente, aunque sus secuelas, con variantes, llegan hasta estos momentos. El rock and roll – blanco mayoritariamente- surgido en USA en los mediados cincuenta se fusiona enseguida con el rythm and blues y el soul – afroamericanos- y alumbra una variante urbana que denominamos rock, con su versión más ligera: el Pop, a su vez es más popular. Esto sucede a ambos lados del océano: USA y Gran Bretaña.

Hablamos por tanto también de un Britrock y Britpop, pero el mercado mayoritario era el americano, por dimensión y por la generación del baby boom, recordemos que allí no llegaron los U2 ni los cazas nazis, con lo cual la vida siguió en los cuarenta en mejores condiciones que en gran Bretaña durante los cinco años que duró la II GM, del cuarenta al cuarenta y cinco. En USA hubo pleno empleo durante la guerra y en GB plena penuria y bombas alemanas.

El final de los cincuenta ve el alumbramiento de grupos británicos seminales como The Beatles, The Animals, The Rolling Stones, The Who, The Yardbirds que salen de una potente escena soul, blues y jazz británica, en parte por el gran circuito de pubs musicales a lo largo de todo el país. Los Stones con un repertorio de poco más de diez temas recorren durante dos años este circuito – con hasta cuatro pases al día los sábados- a bordo de una furgoneta, según cuenta Keith Richards en su bio.

En USA aparece un gran circuito de universidades – la matrícula fue gratis para quien estuvo en la guerra- que se suma a la existente ya de salas musicales, cafés y bares de carretera que usaban el folk, el jazz y el blues para sus actuaciones. Los raíles están extendidos, faltan los trenes…los grupos. Y aparecen, claro. Había público joven, discográficas, ventas de discos, managers, groupies, bebidas, instrumentos asequibles, pues a funcionar .

De tal manera funcionaron que puestas las bases del rock – mayoritariamente hecho por blancos que se sienten herederos de Elvis y Chuck Berry a partes iguales- la escena musical evoluciona con el latir de cada sociedad y de cada ciudad. Vuelven a aparecer hechos diferenciales: guerra del Vietnam en USA y guerra fría en Europa. Con un elemento añadido: las grandes protestas por los derechos civiles y la experimentación con LSD por parte psicólogos, artistas y músicos USA.

Esto altera el marco creativo. Las letras ya no son «chico busca chica» – Pete Seeger y Bob Dylan ya eran muy populares- si no que reflejan el desapego del consumismo, la alteración de las percepciones sensoriales, el amor libre y un cierto misticismo, hippies. Los Beat abrieron ese camino. La canción de tres minutos se convierte en la excusa para hacer solos instrumentales como escuchaban en el jazz (Hendrix cita directamente a Coltrane entre sus influencias, Mike Bloomfield) guitarras, bajos, voz, vientos, percusión todos improvisan. Aumenta así la destreza de los músicos, la duración de los conciertos. Se pasa del bar musical de carretera al aire libre o las salas de conciertos por todo el país generando la psicodelia mediante el uso añadido de las proyecciones. El epítome es Frisco, pero no solo, también Nueva York, Los Angeles, Chicago, Detroit, con grandes grupos como The Byrds, The Band, Jefferson Airplane, Love, Grateful Dead, The Fugs, the Doors, Mothers of Invention, Santana, Janis Joplin. etc. Ellos ponen la banda sonora a la denominada contracultura, que en todos los aspectos se opone a la cultura dominante: blanca, anglosajona, protestante y patriarcal. Participan en esta oposición los afroamericanos, latinos y nativos con diferente intensidad. El resultado más visible es -1969- Woodstock, feria de artes y música que pese al fracaso económico le da a esta realidad a una dimensión planetaria.

En mi opinión en GB sucedieron cosas diferentes: hubo psicodelia con The Beatles, The Rolling Stones, The Moody Blues, Traffic, Pink Floyd …pero el britrock se alimentó de fuentes un tanto diferentes a las USA: un pasado rural más cercano, folklore, un cierto nacionalismo antropológico, sagas, leyendas …y música clásica europea. De esta manera cuando comienzan King Crimson – hace cincuenta años por estas fechas- o Moody Blues, Soft Machine, Emerson, Lake and Palmer, Génesis, Gentle Giant, JethroTull, Yes y otros grupos, muchos de sus miembros cuentan ya con una formación musical académica y plástica con las escuelas de artes. Si además son usuarios de sustancias psicotrópicas como Donovan, Pink Floyd o Soft Machine la vinculación con la psicodelia americana se hace más palmaria.

En todas estas consideraciones musicales, sociales y culturales inciden magistralmente autores como el propio Eduardo G Salueña, Fran Molinero, Xandru Fernández, Guillermo Delis Gómez, Alejandro Lafuente Redón, Pablo Canalís Fernández, Joseba E. Parra de la Horra, Eduardo Madrid Molina y Eduardo Viñuela Suárez.

Es más, el estudio es tan exacto y exhaustivo que analiza particularidades como el krautrock alemán (Can, Amón Düll, Kraftwerk, Tangerine Dream) que toman ideas filosóficas y musicales de autores como Stockhausen, el freejazz, la música tecno y la electroacústica. Se analiza también la escena de Canterbury como magma de unión de la psicodelia y el prog rock británico (Gong, Henry Cow, Caravan, Soft Machine) y el rock progresivo italiano (Premiata Forneria Marconi) heredera musical del Renacimiento y del Barroco o el más que interesante rock progresivo español desde los últimos Brincos y Canarios, Máquina! Música Dispersa, Smash, Vértice, Iceberg, Módulos, Pau Riba, OM, Crack, Goma, Guadalquivir, Triana, Música Urbana, Imán Califato Independiente y muchos más. Como en el caso británico estos músicos españoles pescan en diversos caladeros: rock americano – bases americanas de Rota, Zaragoza– blues, flamenco, folk, música mediterránea…y el resultado es musicalmente tan importante como en los casos anteriores. Aquí, en España, el punto álgido fueron las postrimerías de la muerte del dictador, cuyo régimen de cerrazón cultural no pudo con «la cochambre» y se prodigaron festivales como los de Canet, Madrid, León, Burgos…era imparable ya.

Magníficas descripciones, magnífica edición, un trabajo de musicología social muy interesante y de lectura asequible también para los “no iniciados”.

Recomiendo hacerse con un ejemplar lo antes posible.

____________

Salir de la versión móvil