Doce Notas

Cultura: Ocio, negocio y viceversa

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Pensaba sobre las diferencias entre religión y cultura a la hora de inspirar obras artísticas. La cultura celebra lo realizado por la humanidad y las conexiones entre comunidades, territorios, pueblos, genera una especie de “impresionismo”, un caleidoscopio de tonalidades artísticas, artesanías, relaciones, luces.

Lo religioso nos conecta con lo natural, lo terrenal, lo telúrico, las creencias, los mitos y ritos, con lo ancestral. Es mejor retratado por los diversos “expresionismos”, desde la imaginería barroca al punk pasando por El Bosco, Munch y Goya y claramente por el Romanticismo.

Los dos conceptos nos inspiran. Pero ¿Qué es la cultura? ¿El trabajo es cultura? ¿La simple diversión es cultura? ¿La gastronomía es cultura? Los romanos diferenciaban entre negotium, trabajo y otium, descanso. Con el devenir de los siglos aparecen una aristocracia y burguesía que pareciera no tener que trabajar y estar siempre en “modo otium”. Hay que entretenerles y artistas, juglares, músicos, poetas se cobijan bajo su manto económico. Se genera así una clase ociosa y otra creativa. Pienso en Florencia por ejemplo, o el París del Romanticismo musical.

Con las posibilidades de la serialización que permiten, posteriormente, las industrias culturales (empezando ya con Gutenberg) como son el sector editorial, grabado, fotografía, discografía, audiovisual, etc. occidente va construyendo un imaginario colectivo poblado de imágenes, sonidos, textos: artes y cultura. Marx consideraba a la cultura como una superestructura social, como la religión, que condicionaba el devenir de las personas a la vez que reproducía las relaciones de producción, capitalistas en nuestro caso. Tendría que ser Gramsci quien viera claro que se puede “crear una cultura hegemónica”, la burguesía lo había hecho y era posible construir otra hegemonía cultural por parte de la clase en ascenso, el proletariado. Una cultura popular como propugnaban muchos PCs de la época en toda Europa.

El nazismo y la segunda guerra mundial complicaron este proceso. Ganó la democracia pero también el capitalismo desarrollista, salvo en el área soviética, y se construyó una cultura industrial y mediática muy fuerte. Radio, TV cine contribuyeron a ello.

Pero no todo fue serialización (Benjamin) las artes contaron con dos apoyos importantes: democratización de los contenidos, museos, bibliotecas, cines, auditorios, teatros y democracia cultural, casas de cultura donde todo el mundo podía adquirir habilidades expresivas, años 60, 70, 80…esto propugnado por el sector más progresista de los gobiernos europeos. Malraux en Francia, Raymond Williams en Gran Bretaña. Empezamos a hablar entonces de economía de la cultura y de empleo cultural. En USA ya en los 90 calculaban que casi un 40 x 100 de la economía estaba basada en la propiedad intelectual (derechos de autor y editor) e industrial (patentes) lo que llevaba a algunos economistas muy alegres a decir que “la cultura es la economía”.

Llegarían con fuerza a Europa estas ideas y vemos ahora como el ocio es uno de los grandes negocios debido, entre otras cosas al turismo de masas, pero también debido al descenso del tiempo de trabajo – mecanización de tareas- e incluso al paro estructural inducido por la nueva división internacional del trabajo en esta época post industrial. Industrias en el norte de Europa, servicios en el sur, manufacturas de menor valor añadido en Asia (El fin del trabajo, Riffkin)

La cultura en estos momentos – como la educación, los servicios sociales y cuidados o el I+D + i – son parte de “la estructura social”, forma parte de este macro sector que son los “servicios”. Se construye conscientemente “capital cultural” (Bordieu) mediante políticas adecuadas por parte de los gobiernos de naciones, regiones y ciudades.

Remedios Zafra, que nos advierte de los peligros del “entusiasmo” como base de la precariedad en cultura y educación, nos habla ahora en su nuevo libro de los problemas del binomio “trabajo-vida” ámbitos ya totalmente mezclados.

¿Cómo romper este continuo que resta atención e interés a la actividad cultural? ¿Cómo introducir lo que Gillo Dorfles denomina “hiato”, intervalo? Complicado en una sociedad donde la tecnología proporciona cultura 24 horas al día, 7 días a la semana y 365 día al año. Una de las propuestas pasa por apoyar decididamente la “cultura en directo” cambiando precios, horarios, comunicación, participación social. Una nueva generación de “casas de cultura” y “equipamientos artísticos” más amigables y acogedores, quizá reutilizando edificios históricos en las ciudades y parcialmente autogestionados (Tabacalera).

Elementos para el debate.

(Conferencia dictada en Miranda de Ebro, Burgos el 14 de octubre en un acto organizado por la Fundación Cultural Jesús Pereda de CCOOCyL sobre el tema: cuidados, participación, cultura y creación)

 

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