Doce Notas

La Ariadna ‘Straussiana’ inaugura temporada en el Liceu

opinion  La Ariadna Straussiana inaugura temporada en el Liceu

© David Ruano

Dejando atrás el expresionismo vanguardista de sus Elektra y Salome, Richard Strauss consolida con Ariadne su camino de reencuentro con la tradición clásica dieciochesca, hilvanando un lenguaje musical que encontrará en la elegancia, el preciosismo y el equilibrio de contrastes su elaboración más sofisticada. Camino para el que no pudo encontrar mejor aliado, en el terreno dramático, que el poeta Hugo von Hofmannsthal. Ambos fueron capaces de tejer, con mano de auténticos orfebres, y tras no pocas revisiones, una obra que, como los grandes clásicos, se enriquece a cada nueva audición.

Consciente del reto, Josep Pons abordó su dirección musical adentrándose de pleno en el universo de sutilezas camerísticas que atesora la partitura orquestal, rubricando un Prólogo que hizo las delicias desde el foso. Sin llegar a desmerecer, la segunda parte quedó algo más desdibujada, sobretodo en su aspecto más dinámico y la interacción con la escena. No obstante, cabe felicitar al maestro por su espléndida labor artística al frente de la orquesta titular. En cuanto a la dirección escénica, Katie Mitchell regresó al teatro de Les Rambles y dio nuevas muestras de su talento e intuición dramáticas, logrando tejer un discurso fluido, equilibrado y coherente a partir del complejo entramado de contrastes, ficciones y caracteres que nutren su libreto. Para ello contó con la concurrencia de un equipo de actores y actrices que secundaron con total entrega sus propuestas a la par que las exigencias musicales de la partitura. Algunas ideas gratuitas pudieron resultar sobreras – como el parto de Ariadne -, si bien por lo general logró fundir la vertiente cómica y trágica de la obra con una fluidez digna de halago.

El reparto de cantantes, estuvo encabezado la noche del estreno por la soprano Miina-Liisa Värelä en el papel de Primadonna/Ariadne, quien lució una voz con personalidad y carácter que fue ganando enteros a medida que avanzó la representación, culminando su actuación con un memorable dúo con Bacchus. No quedó atrás en su cometido su antagonista cómica, la Zerbinetta de Elena Sancho Pereg, de voz ágil y burbujeante, y muy aplicada en lo escénico. Con todo, la gran triunfadora de la noche fue el compositor de Samantha Hankey, quien se adentró en el rol con una interpretación magistral, tanto en lo estilístico como en lo dramático; una lástima que no tuviera más papel en la segunda parte de la obra.

El comprometido papel de tenor/Bacchus fue resuelto con dignidad por el tenor austriaco Nikolai Schukof, capaz de sortear el tensionado registro straussiano sin brillo arrollador pero con hábil arrojo. Muy bien, el grave maestro de música de José Antonio López, así como el dinámico maestro de danza de Roger Padullés – al que se le vio también bastante ágil en sus andares con tacones. Tanto las máscaras (Benjamin Appl, Vicenç Esteve, Alex Rosen y Juan-Noval Moro) como las ninfas (Sonia de Munck, Anaïs Masllorens y Núria Vilà) cumplieron con creces su cometido vocal y escénico, así como también el mayordomo de Maik Solbach.

Al finalizar, hubo aplausos más protocolarios que entusiastas, como era de esperar en un acto inaugural ante un público de circunstancias con más vanidad que afición.

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