Impresionante la descripción del uso de camiones con bocinas en la batalla de Sigüenza, Guadalajara, por parte de los dos bandos. Por suerte acabó con la toma por parte de la República en una lucha de trincheras (que aún se conservan) contra los italianos, que sufrieron allí una importante derrota (Guadalajara no es Abisinia les cantaban incluso los requetés). Las tropas nacionales lo reconquistarían meses después al acudir a su auxilio el ejército sublevado y efectivos alemanes.
Pero no todo uso era tan “inocente”, hay descripciones del uso de la música en torturas y asesinatos en los campos de concentración, la calificación de la música clásica contemporánea y de la época (jazz por ejemplo) como música degenerada, Entartete Musik obligando a sus creadores al exilio o la muerte.
En España los testimonios son parecidos: compositores como Eduardo Rincón, santanderino, encarcelado a lo largo de cuarenta años (entradas y salidas de la cárcel) que tuvo que aprender música y composición usando papel higiénico que le proporcionaba su familia (las familias, además, tenían que surtir de alimentos y comida a los encarcelados por Franco). Encarcelados, mayoritariamente sin juicio y simplemente por defender ideas diferentes a las de los “chusqueros” que gobernaban este país.
Especialmente doloroso el testimonio sobre el reconocimiento de un músico militar USA al burgalés Antonio José, asesinado en los primeros meses de guerra (noviembre de 1936) y arrojado a la fosa común de Estepar, lugar al que cuando llego en coche camino de Burgos o País Vasco aún noto un estremecimiento. Llegó la carta a la Sgae en 1984. Demoledor pasaje. Asesinado “por ser culto”. No había más razones, por ser un gran músico de ideas republicanas. Aún hoy se mantiene con muy poca difusión la grabación que hizo la OSCyL de la Sinfonía Castellana, dirigida por Alejandro Posada, con Alberto Rosado al piano, 2003, Teatro Lope de Vega, Valladolid. Muerte popular sobre muerte personal.
Papel destacado tuvieron los “cancioneros populares” de uno y otro bando por parte de las “potencias” en lucha: España legal y republicana, España fascista, Italia fascista y Alemania nazi. Profusión de volatines, hojas sueltas, discos, poemarios. A veces dando la vuelta al sentido inicial de esas canciones e himnos.
Acaba el libro con unos más que interesantes dibujos de Isabel Bacardit sobre la situación de las personas que esperaban su asesinato en alguno de los campos de concentración, uno de los episodios más negros de la historia de la Humanidad que la música debe ayudar a que no se repita nunca jamás.
Soy pesimista, escucho a diario las noticias.
En todo caso, bien vale conocer la historia para tratar de que no se repita. Un gran libro, si no lo encuentran en su librería habitual y amiga www.edictoralia.com
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