Doce Notas

Pasión Barroca en la cuna de los Jesuitas

opinion festivales  Pasión Barroca en la cuna de los Jesuitas

La fórmula de conjugar escenarios múltiples de interés patrimonial, la promoción de jóvenes intérpretes nacionales – con iniciativas vinculadas a proyectos educativos-, la recuperación del repertorio antiguo con producciones de pequeño y mediano formato, maridadas con experiencias gastronómicas de productos locales, es un estrategia que ya ha sido explorada en Cataluña por certámenes como el FeMAP y ha dado muy buenos frutos. Al caso que nos ocupa, se le suma una decidida apuesta de compromiso social, no solo con localidades a precios reducidos (ninguno de los conciertos alcanza los 20 euros, cuando no son gratuitos o de taquilla inversa), sino también con propuestas dirigidas a colectivos vulnerables o especiales.En suma, una multiplicidad de iniciativas que, a falta de grandes recursos, hacen virtud del entusiasmo, la imaginación y el talento.

El último de los conciertos de la presente edición tuvo lugar, el pasado 13 de junio, en la Cueva de San Ignacio de Manresa, un templo recién restaurado, a las puertas de la conmemoración del 500 aniversario de la estancia del fundador de los jesuitas en esta capital catalana. El concierto transitó la música que va del tardobarroco al clasicismo, a cargo de una de las formaciones historicistas del Principado que más se prodigan a la sombra de Jordi Savall: les Vespres d’Arnadí. El conjunto, liderado por el clavecinista Dani Espasa, estuvo acompañado por la soprano Marta Mathéu, una de las voces líricas más apreciadas en Cataluña. El programa del concierto descubrió piezas poco conocidas de compositores famosos como Pergolesi o Mozart, así como la obra de creadores que en su día fueron celebérrimos y hoy duermen olvidados, como es el caso de Francesco Durante (1684-1755), maestro de los grandes compositores de la escuela napolitana, y Domènec Terradelles (Barcelona 1713 – Roma 1751), el compositor español con mayor proyección internacional del XVIII. Precisamente, sobre este imprescindible músico barcelonés, el musicólogo Josep Dolcet, traspasado durante esta pandemia y autor de las notas póstumas del programa del concierto, tenía escrito un estudio biográfico que nadie quiso publicar. Así va la cosa cultural en nuestro país.

Estamos hablando de un compositor, Terradellas – italianizado como Domenico Terradeglias-, nacido en la capital catalana, durante la fase terminal de la Guerra de Sucesión, formado en Nápoles y aclamado en diversas capitales italianas y europeas como operista y compositor de iglesia. En su tiempo fue elogiado por plumas como Rousseau, en su Lettre sur la musique française, y Charles Burney, en su A General History of Music, y sus composiciones disputaban, sin palidecer, los escenarios a las creaciones de Hasse, Porpora o Jommelli, entre otros. Su muerte prematura a los 38 años, envuelta en una leyenda negra, y el cambio de gustos operado por la nueva estética galante, postergó su obra a un largo olvido en el que aún hoy, lamentable e injustamente, yace. Su música,concretamente el motete Plaudite populi, fue de lo más interesante que pudo escucharse en este concierto, sin desmerecer el resto.

La ejecución del conjunto historicista catalán brilló por su fluidez discursiva y su nervio expresivo, especialmente la sección de cuerdas, capitaneada desde el primer atril por la extraordinaria Farran James. Marta Mathéu hizo gala de su excelso fraseo y su incisiva expresión en las obras de Mozart (aria Alma grande e nobil core) y Pergolesi (Salve Regina en Do menor), saliendo también airosa de los pasajes de coloratura más comprometidos. En su conjunto, un buen colofón para un festival que parece reservarnos alegrías futuras.

_______________

 

Salir de la versión móvil