Doce Notas

La Creación de Jordi Savall

opinion  La Creación de Jordi Savall

Foto: Toni Peñarroya

Haydn volcó en esta obra de madurez, surgida a raíz de su segunda estancia en la capital británica, toda su sabiduría musical. Cierto es que el compositor austríaco nunca estuvo especialmente dotado para la música escénica (a pesar de escribir numerosos títulos operísticos, siempre se manejó con mayor desparpajo con la música instrumental, ya fuera sinfónica o de cámara), sin embargo, su vena dramática parece agudizarse profundamente cuando se trata del género sacro. Llevado quizás por su devoción (sabemos por sus biógrafos que a menudo se arrodillaba, rosario en mano, para alzar sus rezos en pleno proceso creativo), Haydn supo exprimir en esta obra su ingenio creativo para alumbrar, como nadie antes, un auténtico monumento musical a la obra del creador del Universo, tal como aparece relatada en el primer libro de la Biblia y en el poema épico de John Milton, El paraíso perdido. Un oratorio que, bajo el influjo haendeliano, combina escenas de gran aparato vocal e instrumental, con otras de una incisiva e intimísima profundidad espiritual. Una sensibilidad que casi roza lo sensual en el prodigioso dúo final entre Eva y Adán, que en esta ocasión tuvo que escucharse fragmentado en las dos audiciones parciales que se ofrecieron de la obra.

El maestro Savall demostró, una vez más, que él sí juega en una Superliga: la de los demiurgos humanistas, capaces de insuflar nueva vida y abrir nuevas perspectivas hermenéuticas ante los retos artísticos de la gran literatura musical universal. Su versión historicista de las páginas haydenianas nos reveló su esencia más depurada e intimista, un trabajo de destilación que, sin restar un ápice de vigor ni de calado dramático, fue capaz de aunar pureza, color, transparencia y un virtuosismo que rayó lo camarístico. Una interpretación que en nada nos hizo añorar las acostumbradas versiones sinfónicas y que, a su vez, fue capaz de arrojar nueva luz a los pentagramas del compositor germano, con una verdad discusiva hecha de claridad, pulcritud y unción expresiva.

Para ello, como de costumbre, el maestro catalán estuvo arropado por sus fieles conjuntos La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations, ambos integrados por lo mejor entre los intérpretes especializados en el repertorio antiguo. En Savall, más que de sonido cabe hablar de discurso, pues el primero se integra en este último como elemento catalizador de una verdad hecha poética expresiva. Y de esto participaron en profunda armonía los tres solistas invitados: Yeree Suh (Gabriel y Eva), Tilman Lichdi (Uriel) y Matthias Winckhler (Rafael y Adam). Una comunión coral, a la suma, que hizo buenas, como pocas veces, las inscripciones que acostumbraban a encabezar y a rematar los manuscritos del maestro germano, respectivamente: In nomine Domini; Laus Deo.

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