Doce Notas

Europa como madrastra

libros  Europa como madrastraEn esta ocasión acomete un trabajo cuádruple: cuatro novelas sobre músicos que han moldeado las vanguardias musicales del siglo XX: Richard Strauss, Shostakovich y Schoenberg serán los tres restantes, el actual volumen está dedicado a Béla Bártok, especialmente el periodo en que abandona la Europa asolada por Hitler y los fascismos nacionales alentados por sus locuras: Italia, Hungría, los Balcanes, Rumanía, Checoslovaquia…hasta España. Abandona Europa por Lisboa para irse a esa nueva “tierra prometida” que eran los EEUU de América, destino de muchos intelectuales europeos: músicos, escritores, artistas plásticos, cineastas.

Bartok tiene un tirón especial entre los que no provenimos del corazón de los estudios clásicos y nos hemos “formado” en la escucha de las “músicas populares” desde el folk al blues y del jazz al rock. Músicas que hunden sus raíces en el corazón de pueblos y etnias. Bártok adquiere su formación musical en el tardoromanticismo y el impresionismo pero muy pronto (con Kodaly) empieza a interesarse por las músicas folklóricas de centro Europa: este conglomerado de países que con la retirada del imperio Otomano se vieron bajo el paraguas del Imperio Austro-Húngaro que fue combatido también desde la trinchera cultural.

Descubre que las músicas “magiares” (gitanas en gran parte) provienen de las grandes estepas asiáticas o al menos contienen muchos de sus elementos melódicos y rítmicos y eso da lugar a una serie de estudios y registros musicales en un área concreta: Rumanía-Hungría-Serbia que luego usará para componer sus grandes obras orquestales, para piano o violín que tanto admiramos incluso rockeros viejos como el que esto escribe. Nace así, además, la etnomusicología, disciplina “científica” de la historiografía musical.

Pero vayamos al libro que nos ocupa: Bela acompañado por su entonces mujer Ditta Pázstory-Bartok, abandonan Hungría y atraviesan toda Europa, España incluida para tomar en Lisboa un barco a punto del desguace – Excalibur– rumbo a Nueva York. Ya mayor y con mala salud dejan a sus hijos Bela y Peter en Europa, pierden sus más de trescientos kilos de pertenencias en España y llegan a Nueva York para tomar contacto con la colonia húngara ya establecida allí y tratar de encauzar de nuevo su carrera musical, con una premisa negativa: a los americanos no les gusta mucho su música. Extraña, algo rústica – ritmos y melodías populares europeas- y con una complejidad propia de las vanguardias del momento. Una ecuación endiablada que solo se resuelve cuando ya es demasiado tarde, a punto de su muerte en Nueva York.

Mientras tanto, desde que llegan en 1940 y hasta 1945 Bártok pasa por vicisitudes musicales, personales y familiares que le hacen a veces muy infeliz hasta el punto de pensar en volver a Europa por la insistencia de su mujer, concertista de piano ella con la que pudo hacer giras por EEUU en aquellos años. Músicos y directores de orquesta de la talla de Yehudi Menuhin y el director Koussevitzki tratan de ayudarle con encargos de obra, pero nunca acepta una labor educativa a propuesta de universidades, obviamente rechaza toda propuesta de ayuda filantrópica o de patrocinio. Era de ética muy estricta, a veces extrema como se cuenta en esta magnífica novela.

La estructura del libro es sencilla, se abre cada capítulo con un “parte de guerra” y desarrolla el periodo personal y musical de la vida del músico hasta el siguiente “parte”. Nos sitúa en el momento y en los picos y valles de esa horrenda (como todas) guerra que tuvo un carácter total, mundial y devastador. Las atrocidades cometidas no tienen perdón, solo en pensar en los seis millones de judíos exterminados en campos de concentración – una vez conseguida esa hazaña los hornos estaban ya abiertos a gitanos centroeuropeos y hasta católicos polacos o republicanos españoles- y a los bombardeos de los dos bloques en liza contra las ciudades a cargo de escuadras de cientos de aparatos. Demoledor.

Mientras, se suceden los acontecimientos vitales y musicales de Bela, su mujer Ditta, su hijo Peter y el grupo de amigos en EEUU, narrados con sencillez y eficacia, con aproximaciones o alejamientos momentáneos de unos y otros, con periodos amargos y con periodos felices, como la vida misma.

Lectura muy amena y placentera. Es muy recomendable y se debe animar a autor y editora a seguir con esta serie de cuatro volúmenes.

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