
Foto: David Borrat
Impulsada por la asociación Amics de la Música i les Arts de la Catalunya Central, el pasado 29 de agosto se estrenó la producción «Beethoven, el canto de los pueblos» dentro del marco de la Schubertiada de Vilabertran. Un proyecto musical dedicado a reivindicar un repertorio prácticamente inédito en nuestro país: las casi doscientas canciones populares de diferentes nacionalidades que Beethoven armonizó en su periodo de madurez, entre las cuales tres de españolas. Una selección de piezas que fueron estrenadas por Kallias Ensemble, un conjunto que debutaba en los escenarios bajo el liderazgo del pianista musical Francisco Poyato y que está integrado por los jóvenes intérpretes catalanes Mireia Tarragó (soprano), Helena Ressurreiçao (mezzo), Eduard Mas (tenor), Ferran Albrich (barítono), Elena Rey (violín) y Erica Wise (violonchelo).
Tal como se encargó de subrayar el maestro Poyato en la presentación del concierto, lejos de recrearse en las preocupaciones existencialistas inherentes a la sublimada poesía romántica, estas canciones beethovenianas, muchas de ellas anónimas, traducen musicalmente el espíritu del pueblo llano: las inquietudes, las historias, los anhelos y las sensibilidades de los pueblos que conforman el abanico de las diversas realidades nacionales europeas. Una naturaleza musical que bebe de lo telúrico y dota a este repertorio de una frescura y de un entrañable aliento popular, magistralmente armonizado por el genio creativo de Beethoven. No obstante, a pesar de constituir el género más voluminoso del conjunto de su producción, estas canciones nacionales son el repertorio menos conocido y divulgado del catálogo del gran compositor germano.
El artífice de su encargo fue George Thomson (1757-1851), un melómano entusiasta que había emprendido el proyecto de preservar del olvido las canciones tradicionales de las Islas Británicas, divulgándolas mediante la publicación de selectas colecciones arregladas por célebres compositores y poetas de su tiempo. Aunque Beethoven rechazó inicialmente los requerimientos de Thomson, éste no se dio por vencido y hacia finales de 1809 obtuvo los primeros arreglos musicales del compositor germánico, a los que se sumarían muchas entregas a lo largo de la siguiente década. Las diferencias entre editor y compositor no dejaron de aflorar en el transcurso del proceso creativo, sobre todo debidas al grado de habilidad técnica exigida por Beethoven en en algunos de sus arreglos. Thomson, pensando en el consumo doméstico y los destinatarios amateurs de sus catálogos, ponía el grito en el cielo ante la complejidad de algunos pasajes pianísticos; por el contrario, el compositor, haciendo alarde de su característica afabilidad, ponderaba que él era Beethoven y no cabía esperar menos de su música Discrepancias creativas al margen, esta producción supone un corpus excepcional en donde el compositor vienés aborda con refinado sentido musical un universo melódico alejado de su lengua materna pero capaz de rezumar el íntimo pálpito del espíritu de una multitud de pueblos europeos.
El cuarteto vocal del conjunto Kallias supo conectar vivencialmente con este repertorio, desplegando un envidiable talento canoro y una intensa vitalidad expresiva. A pesar de enfrentarse a unas partituras de una gran variedad temática, combinaciones vocales (solistas, dúos, tercetos, cuartetos) y de hasta once idiomas diferentes, estos jóvenes cantantes fueron capaces dar lucimiento a unas obras que hicieron las delicias del auditorio. La soprano tarraconense (Mireia Tarragó) exhibió una línea portentosa en elegancia y colorido que tubo su contrapunto femenino en la mezzo de raíces portuguesas Helena Ressurreiçao, quien supo exprimir de sus pentagramas un canto rico en matices y de hondo calado dramático. En las tesituras masculinas, Eduard Mas demostró ser un tenor de gran solidez vocal y agudeza expresiva, capaz de dotar sus interpretaciones de una espontánea vitalidad; a su vez, el barítono Ferran Albrich desplegó un instrumento robusto, homogéneo y cuidadosamente modulado que hizo brillar tanto en las piezas solistas como en los números conjuntos. Todos ellos fueron acompañados por un trío instrumental de auténtico lujo (Francisco Poyato desde el piano, Elena Rey y Erica Wise desde las cuerdas) que hilvanó las armonías beethovenianas con una unción y una sutileza discursiva de lo más exquisitas.
El concierto se celebró en la canónica de Santa María de Vilabertran, comprendió un total de veinticuatro canciones y tuvo una duración de poco más de una hora. No obstante, la ovación y el entusiasmo con que fue acogido por parte del público que había agotado las localidades del recinto, obligó a alargarlo casi veinte minutos más, arrancando varias propinas a los intérpretes y empujándoles a salir a saludar hasta en ocho ocasiones. Un éxito rotundo y prometedor para un conjunto llamado a hacer grandes cosas que, con este debut, contribuyó a realzar una edición muy especial del emblemático festival ampurdanés consagrado al universo del lied.
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