Doce Notas

La sequía cultural no se soluciona con una gran tormenta

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Los presupuestos en la crisis financiera- a la que se sumó en España la crisis del ladrillo- bajaron a la mitad en el mejor de los casos. Ahora aún no se han desplomado – y son presupuestos de 2018- simplemente se han puesto a recaudo en una hucha que no se está usando. ¿Se usará?

Las administraciones están diciendo que sí y algunas dan plazo: como muy tarde finales de marzo de 2021. No está mal, pero cuanto antes empiecen mejor. Tienen a su favor que los aforos van a ser reducidos y se verán completados a poco que se haga bien en temas de comunicación. El problema es el «cómo» no tanto el «qué» se programará. Como con la salida de la crisis podemos especular si será en V en U o en raíz cuadrada, siendo esta última la más probable.

¿Qué significa esto? Los responsables culturales en niveles políticos están apostando por el city marketing tratando de dar sensación de normalidad – ésta todo lo neo que queramos- siguiendo la habitual rutina de fiestas, festejos y festivales todo lo masivo que las autoridades sanitarias permitan, invirtiendo en pocas fechas los ahorros acumulados. Los artistas locales, regionales y nacionales prefieren recuperar el ritmo con una buena planificación de la continuidad cultural y entrar ahora en contacto con públicos quizá menores por su dimensión pero más seguros emocional y sanitariamente.

La disyuntiva es la de siempre: muchos pocos o pocos muchos. ¿Tormenta o lluvia fina? Y ahí estamos en estos momentos, no solo en España por lo visto en la prensa y revistas culturales de Europa.

Estamos viendo prisas por recuperar festivales y programaciones muy amplias sin contar con que al menor rebrote habremos dado al traste con casi todo lo hecho sin ver una oportunidad en los medianos aforos, las actividades de pequeña o mediana dimensión y costes más fáciles de gestionar económica, técnica y sanitariamente. Esto mantendría empleos y la relación de los artistas con su núcleo de público objetivo a la espera de escalar en años sucesivos.

Ni que decir tiene que me parece más sensata esta segunda opción…pero hay prisas y los políticos culturales siguen pidiendo a los gestores cifras de espectadores.

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