Hablar de Hugh MacDonald es hablar de uno de los musicólogos más reputados de la actualidad. Especialista en la figura de Berlioz, ha sido editor de Hector Berlioz: New Edition of the Complete Works, además de haber contribuido con varias entradas al Grove Dictionary of Music and Musicians. Dentro de su biografía hay más hitos destacables, pero estas pequeñas pinceladas sirven para contextualizar al autor del libro que nos ocupa.
El año mil ochocientos cincuenta y tres es especialmente importante para la música clásica ya que es el año en el que se conocieron Brahms, Berlioz, Liszt y Schumann; fue también el año en el que Berlioz y Wagner empezaron Los Troyanos y El anillo del nibelungo respectivamente, y también en el que Schumann, ya enfermo y cerca de su muerte, deja de componer. Una forma de entender la música iba desapareciendo al tiempo que nacía una manera de componer muy diferente.
Por todo lo dicho —fechas, artistas, composiciones—, este libro puede parecer un simple compendio de datos históricos, epístolas, estrenos y demás parafernalia sólo apta para enfermos de la musicología. Nada más lejos de la realidad. El trabajo de Macdonald es encomiable no sólo por su riqueza en detalles, sino por su facilidad de lectura. Mérito por supuesto atribuible también a la buena traducción de Francisco López Martín y Vicent Miguet, que seguro tuvieron que sudar para mantener ese tono sencillo sin limar la enjundia de detalles de Macdonald.
Dividido en catorce capítulos, a los que hay que sumar el prefacio y el epílogo, el autor desgrana el año por grupos de meses, empezando por abril —cuando Brahms abandona su casa—, hasta noviembre-diciembre e inicios de mil ochocientos cincuenta y cuatro —con los Schumann en Países Bajos y Hannover—. Tenemos así una biografía coral en la que los personajes aparecen y desaparecen mezclándose y solapándose con el paso del tiempo, ofreciendo una sensación de vitalidad en la lectura muy refrescante. Esta obra podía haber sido un mazacote pesado, pero no es el caso y se agradece. Además todo aquel que quiera ampliar información dispone de una increíblemente larga bibliografía —de más de seis libros por capítulo—, amén de cartas personales de los protagonistas de la época, biografías, estudios, etcétera, que Hugh Macdonald ha consultado para dar forma a su trabajo. También incluye el índice onomástico y descripción de cada una de las imágenes intercaladas al texto.
Para terminar, el que firma cree fervientemente que una buena edición ayuda a la lectura, y en el caso de Acantilado el trabajo es impecable. Para un volumen de estas características no se puede pedir más: encuadernación rústica cosida con su diseño de portada tan característico, letra no demasiado pequeña, papel suave y un gran cuidado al añadir las más de cincuenta imágenes que el autor ha recopilado.
Es una delicia leer algo tan bueno y tan bien hecho.
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