Doce Notas

Cómo explicar una tarde en ‘las Góngoras’

opinion  Cómo explicar una tarde en las Góngoras

Para poner en situación al lector, Las Góngoras es un modesto pero celestial espacio barroco que ha acogido a las religiosas mercedarias descalzas desde que en 1668 se acabase la parte principal del que habría de llamarse “Monasterio de la Purísima Concepción”. El apelativo de “Las Góngoras” se debe a su patrono, el Caballero de la Orden de Alcántara, Don Juan Felipe Jiménez de Góngora, ministro del Consejo de Castilla, miembro de la Cámara del Rey y Gobernador de la Real Hacienda y de la Contaduría Mayor y de sus Tribunales durante el reinado de Felipe IV.

Cuatro siglos coronan a este templo situado en el madrileño barrio de Chueca, y actualmente es un lugar de visita obligada tanto para los amantes de la arquitectura como del más universal de todos los artes: la música. Pero no sería posible sin el actor principal que mensualmente ameniza las tardes de unos privilegiados asistentes melómanos. Se trata de El Canto de Polifemo, un ciclo de conciertos que sobrevive sin los grandes medios de otros festivales, gracias al tesón de Paco Quirce, su director y fundamental figura.

En esta ocasión, el pasado 14 de diciembre de 2019, se programó un espectáculo a cargo de la Camerata Imperial de las Españas con tintes semi-escénicos debido a la labor que hicieron las anónimas participantes que llenaron el “escenario” de ofrendas al Niño. Esta joven agrupación hace honor a su nombre, pues está conformada íntegramente por intérpretes españoles y venezolanos, bajo la dirección de Francisco de Asís Manzanero Osuna. Comenzaron como el tiempo, algo fríos, pero con el paso de los minutos fueron entrando en calor mientras las velas y la tenue iluminación invitaba a un recogimiento necesario para comprender la primera parte de un programa dedicado la Natividad, con villancicos del siglo XV al XVIII soberbiamente interpretados.

Una vez subidas las luces del templo, coincidiendo con el nacimiento del Niño, comenzaron los momentos más impactantes del concierto. El primero de ellos fue, sin duda alguna, el estreno absoluto del villancico Afuera, aparta zagal, que sorprendió a los asistentes y sirvió para recuperar y dar a conocer la figura de Gabriel José García de Mendoza, maestro de capilla de la Catedral de Guadix. Del mismo compositor se presentó el “villancico de negros”, A Siolos Molenos

Previamente, todos los miembros de la agrupación habían tenido tiempo de mostrar sus dotes en solitario, como la arpista Sara Águeda, que tradujo unos Canarios de Martín y Coll con gran dinamismo y expresividad. También destacó el tenor Juan Blázquez, con su timbre claro y colorido, que para muchos fue todo un descubrimiento. En el caso del barítono Edwing Tenías, aunque comenzó con la difícil función del tristemente “perdido” anagnostes –muy difícil de ejecutar-, no tuvo ningún problema con un repertorio más adaptado a sus características vocales y técnicas.

Por otro lado, el flautista Tomás García Briceño tuvo una actuación correcta y sus compañeras, Rosanna Franzese y Claudia García Briceño, hicieron un magnífico trabajo en piezas como Dadme albricias, a la que supieron imprimir un carácter y estilo muy festivo, que agradecieron los asistentes con sonoros aplausos. Pero el plato fuerte estaba por llegar con la emocionante cachva peruana al nacimiento de Cristo y, sobre todo, con la propina final que rompió abruptamente el discurso temporal del concierto: un villancico tradicional venezolano –llamado aguinaldo en aquellas tierras- por título Niño lindo.

Después de todo, quizás la muestra de aplausos y vítores que arrancó la Camerata Imperial de las Españas en este concierto navideño sea la única forma de explicar correctamente cómo se vive una tarde en Las Góngoras.

 

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