Doce Notas

El ballet de Montreal inaugura temporada liceísta

 

La temporada 2017-2018, Ivan Cavallari se hizo cargo de la dirección artística de esta prestigiosa compañía canadiense – fundada en 1947 por la legendaria Madame Chiriaeff – presentado un doble programa que quería aunar modernidad y clasicismo. Para ello, encargó recuperar la coreografía de Edward Clug, inspirada en el Stabat Mater de Pergolesi, alternándola con la coreografía de la Séptima sinfonía (Beethoven) de Uwe Scholz. Este mismo programa ha sido el que ha podido verse en el coliseo barcelonés estos días de septiembre, previamente al estreno operístico de la nueva producción de Turandot de Franc Aleu, el próximo 7 de octubre. Un espectáculo que los menores de 35 años podrán disfrutar dos días antes, en una función de preestreno, por el módico precio de 15€ (proyecto Liceu Under 35).

En la actuación del pasado 15 de setiembre, la innovadora compañía de Quebec demostró sus cualidades y dio buenas muestras de su reputación, aunque el resultado del doble programa fue francamente desigual. En la primera producción, los movimientos concebidos sobre el escenario por Clug guardan escasa relación con el contenido dramático del Stabat Mater, resultando además aquéllos de una entidad más teatral (mímica) que coreográfica. La oscura y parca escenografía, reducida a una mínimas luces y poco más, apenas logró algún que otro destello de plasticidad escénica. Por contra, la producción de Scholz nos ofreció la ocasión de apreciar un vistoso espectáculo, bien acompasado con los movimientos de la sinfonía de Beethoven, en donde los jóvenes bailarines hicieron gala y ostentación de una envidiable técnica. Siendo puntillosos, solo cabría pedir algo más de sincronía en puntuales números.

Fue un lujo contar con música en directo a cargo de la orquesta titular del teatro, dirigida con pulcritud por Dina Gilbert. Cabe felicitar también por su buena prestación a la soprano Kimy Mc Laren y a la mezzo Maude Brunet.

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