Doce Notas

Farinelli vuelve a resucitar en Santander

opinion  Farinelli vuelve a resucitar en Santander

© Pedro Puente/FIS

La historia de Farinelli es de sobra conocida- su éxito musical, su influencia cultural en las cortes y salones de la Europa del s XVIII- pero sus reflexiones sobre su condición y la condición humana son menos conocidas.

Consiguen armar un espectáculo que parte de nuevo de una novela y se lanzan a montarlo sin red, o sea, sin la figura del dramaturgo que adapte ritmos, situaciones y diálogos a la escena, quizá por eso perdura la sensación de buen documental de cine durante los casi noventa minutos, ¿la mirada del director de cine? Se ve en algunas composiciones plásticas muy bellas pero que quizá dieran más juego con un propósito teatral más claro: el momento de las maletas, los viajes, quizá la necesidad de incorporar “segundas acciones” a algunos parlamentos, el uso más simbólico y menos realista de los elementos escénicos, incluidos los músicos viendo lo bien que funcionan los dos pasajes en los que estos “actúan”. Jugar más con estos elementos sencillos hubiera estado bien, pero eso lo elige el propio director.

Admirable interpretación de temas de la época por parte de Forma Antiqva, que lidera el asturiano Aarón Zapico, sublime esfuerzo por parte de Carlos Mena, contratenor, que aparte de mantener el tono muy agudo en la voz con nitidez durante estos largos – para ese instrumento- noventa minutos, mantiene el tipo, o sea, el personaje…con nota alta. La interpretación de Rellán, admirable siempre, queda un poco baja en intensidad y energía – a pesar de la vejez del personaje- y hace que algunas de sus largas y meritorias declamaciones resulten un tanto opacas, en parte debido al tono naturalista imprimido, algo que en el cine queda muy bien, pero que en la escena en vivo ha de mostrarse con algo más de contundencia. Es un “pensador” pero también un divo, y lo dice varias veces. Vuelvo a decir, son elecciones del director y Gutiérrez-Aragón aparte de gran cineasta es un gran director de actores.

Vestuario e iluminación muy adecuados, creo que en los teatros barrocos que aún quedan en España – más pequeños que los románticos del s XIX- sería un espectáculo obligado, quizá rebajando algo el metraje, lo que la propia organicidad irá dictando en las funciones venideras.

Seguro que lo podrán ver al menos en Madrid, no se lo pierdan.

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