Doce Notas

El ocaso de un soldado y la plenitud de una voz

opinion  El ocaso de un soldado y la plenitud de una voz

Cortesía Festival de Peralada

El furero Àlex Ollé fue el encargado de escenificar la fáustica historia creada por el escritor Charles-Ferdinand Ramuz con música incidental de Igor Stravinsky en el año del centenario de su estreno (1918) para la Ópera de Lyon. Inspirándose en referentes cinematográficos, literarios y testimonios reales – como la carta de suicidio de un soldado incapaz de superar los traumas derivados de su participación en la guerra de Irak -, Ollé reconstruye un espectáculo que tiene como objetivo sacudir las consciencias de los espectadores ante las atrocidades que supone un conflicto bélico. Para ello, lleva la historia dramática al terreno de la psique del soldado, donde se despliegan todos sus miedos, delirios, ambiciones, terrores, obsesiones y frustraciones. Inerte, en estado vegetativo, asistimos al delirio y a la degradación espiritual de una víctima presa de sus diablos interiores.

La puesta en escena, sobria y sustentada en un uso plástico e inteligente de las proyecciones, estuvo ilustrada musicalmente por el competente septeto de la Orquesta Sinfónica Camera Musicae. Ollé respetó por completo los pasajes instrumentales concebidos por el compositor ruso, de ricas y modernas resonancias rítmicas, unas piezas que resultaron un contrapunto de color musical a la oscura y angustiosa historia del joven militar. Al final, los añadidos encaminados a hacer más explicito el contenido que denuncia este cuento acabaron desdibujando un tanto su hilo narrativo y despistando al espectador, que más que sacudido acabó desorientado. A pesar del extraordinario trabajo realizado por el equipo encabezado por el actor Sébastien Dutrieux, el público del Auditorio del Parque del Castillo acogió este estreno estatal con discretos y cumplidores aplausos.

Cortesía Festival de Peralada

La jornada siguiente, la iglesia del Carme acogió una gala lírica de primera magnitud. El cantante galo Ludovic Tézier debutaba en el escenario ampurdanés con un recital de un intenso y jugoso calado lírico. Acompañado por la pulcra pianista Maria Prinz, desgranó una primera parte dedicada al repertorio de los lieder, en el transcurso de la cual pudieron escucharse intensas y delicadas interpretaciones de los pentagramas de compositores como Robert Schumann, Franz Schubert, Franz Liszt o la irresistible “L’ile inconnue” de Les nuits d’été de Hector Berlioz. Todas ellas abordadas con una templanza expresiva, sustentada en el vigor y la pureza de un instrumento de gran belleza y homogéneo color.

La segunda parte, sin embrago, sacó a relucir todo el poderío vocal de un intérprete que hoy en día se cuenta entre las voces más sólidas del panorama internacional. Empezó con tres piezas mozartianas que reafirmaron su intachable sentido estilístico, para dar paso después a intensas y vibrantes arias: la de Yeletzky de La dama de piques, la conmovedora página verdiana de la muerte del Marques de Posa y el gran número de Carlo Gérard “Nemico della patria” de Andrea Chénier. Unas interpretaciones que desataron el entusiasmo de un público que acabó de pie ovacionando al inmenso cantante. Dando reiteradas muestras de agradecimiento, aunque sin prodigarse en propinas, el barítono francés recompensó las muestras de afecto con una deliciosa recreación de la romanza de la estrella de Tannhäuser y una escogida canción de despedida de Richard Strauss.

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