Doce Notas

Ainhoa Arteta debuta in extremis Butterfly en el Liceu

Ainhoa Arteta

opinion  Ainhoa Arteta debuta in extremis Butterfly en el Liceu

© A. Bofill

 

La tarde del pasado 20 de enero, el maestro milanés Giampaolo Bisante llevó la batuta de la producción con tiempos enérgicos pero con el suficiente aplomo como para hacer relucir algunos de los sutiles detalles que tejen y perfuman la partitura pucciniana. La orquesta titular respondió con gran profesionalidad, aunque en momentos puntuales el sonido del foso dejó las voces en un segundo plano. No fue el caso de Arteta, quien reinó musicalmente en el escenario des de su primera aparición. La cantante demostró su veteranía en las tablas adaptando los tempi y las dinámicas a su conveniencia, cosa que le permitió lucir fraseos y medias voces de gran calidad. Con todo, aun y demostrar que se encuentra en un dulce momento de su carrera, su Butterfly estuvo más pendiente de cantar bien que de meterse enteramente en la piel del personaje. Los andares breves y pausados, y la comedida gesticulación oriental, se le olvidaron poco después de su entrada en escena, así como también el agudo que corona el intenso y vibrante dúo del primer acto; tampoco en su escena culminante del tercer acto logró sacar partido del excelente potencial dramático que en tantas ocasiones ha demostrado poseer la soprano vasca. Sin duda, con un poco más de rodaje y de maduración, su Cio-Cio-San ganará enteros.

El tenor kosovar Rame Lahaj fue el encargado de defender el rol de Pinkerton como debutante en el coliseo de Les Rambles. Poseedor de una noble línea y unos sólidos agudos defendió con gran solvencia el ingrato papel del marine norteamericano. Quizás las características de su instrumento, dada su juventud, fueran más idóneas para roles algo más ligeros (¡las prisas nunca son buenas aliadas de las voces!), puesto que en ocasiones se apreció escucharle algo forzado. Con todo, su actuación resultó muy destacable. Más discreto estuvo el cónsul de Gabriel Bermúdez, de canto rígido y parca actuación escénica, mientras que la lituana Justina Gringyté fue una gran revelación de la velada. La suya fue una Suzuki de manual, puro verismo: intensa, profunda y de gran talla en el plano vocal (también en el físico), sumado a una caracterización escénica francamente excepcional. Confiamos tener ocasión de poder escucharla de nuevo en este escenario con brevedad. Magnífico y rotundo estuvo también el Goro de Moisés Marín, así como el episódico tío Bonzo de Felipe Bou. Mercedes Gancedo y Isaac Galán cumplieron con discreción en sus respectivos papeles de Kate Pinkerton y Príncipe Yamadori, como también lo hicieron el resto de coprimarios.

El coro del coliseo barcelonés dio nuevas muestras de su buen estado de forma, entonando el popular coro de pescadores con gran delicadeza y tersura. La producción escénica firmada por Moshe Leiser y Patrice Caurier no se complica la vida con aventuras transgresivas y narra la acción dramática poniéndose al servicio del libreto y de la partitura, cosa que en el caso de Puccini, y del verismo en general, siempre resulta de especial agradecer.

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