mesias

© A. Bolfill
El pasado 13 de diciembre, el intérprete británico salió al escenario catalán para dirigir, violín en mano, la monumental partitura haendeliana, infundiendo a los solistas, a las huestes suizas y a los cantores catalanes una pulcra lectura algo faltada de aliento expresivo. Si bien, ya en las páginas de la obertura, pudimos disfrutar de la intachable prestación de la orquesta suiza, de cuerdas suntuosas e impecables vientos, a medida que avanzó la audición, y de forma especial en los recitativos y en las arias, se fue imponiendo un discurso desangelado que, a pesar de los esfuerzos de los solistas, llegó a resultar tedioso en reiterados momentos. Sin lugar a dudas, la evocación contemplativa que quiso imprimir Hope, aunque servida con preciosismo musical, no bastó para hacer vibrar unas páginas que requieren de mayor intensidad y calado dramático.
Acusando unos tiempos excesivamente dilatados, los cuatro solistas dieron muestras de su dominio estilístico, aunque ninguno de ellos tuvo una noche estelar. El tenor Mauro Peter brilló en sus intervenciones con una voz de grato timbre muy bien modulada. La deliciosa soprano Martina Janková lució un portentoso instrumento, aunque faltado de mayor ímpetu dramático. Algo que también acusó la contralto Anna Harvey, de voz pequeña y envidiable fraseo pero de expresión anodina. El bajo Konstantin Wolff no tuvo su mejor velada musical, acusando un fraseo poco refinado y dando muestras de apuros en los agudos de su aria culminante “The trumpet shall sound”.
El coro de la casa cumplió con corrección, brillando en algunos pasajes con intensidad y pureza de líneas, como en el número “All we like sheep have gone astray”, y sonando otras veces más opaco y rudimentario. Probablemente algunos ensayos de más y unas dinàmicas más incisivas hubieran contribuido a una mayor excelencia del conjunto.
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