Doce Notas

La Favorite corona la temporada liceísta

opinion  La Favorite corona la temporada liceísta

© A. Bofill

Creada originariamente para la Ópera de París, esta ópera de Donizetti pronto se divulgó por los escenarios internacionales en su versión italiana, erigiéndose así como uno de los títulos más preciados para poner a prueba la voz tenoril. En el coliseo barcelonés ocupa el quinto lugar entre las óperas más representadas, sumando un total de 264 representaciones, tal como recoge puntualmente el maestro apuntador, Jaume Tribó, en el programa de mano. En los últimos tiempos se ha puesto en circulación nuevamente la versión original francesa, que fue la que tuvimos ocasión de escuchar en esta reciente coproducción de los teatros Liceu y el Real de Madrid.

Derek Gimpel firma un insípido montaje escénico, de tonalidades lúgubres, que se suma a la moda de la estética “Juego de Tronos”, sin lograr con ello avivar la narración dramática del enrevesado argumento. Una plataforma giratoria va moviendo circularmente un gran peñasco que hace las funciones de marco arquitectónico y escenográfico, alrededor del cual se mueven los distintos personajes con un trabajo de actores sumario y convencional. No obstante, el resultado musical logró suplir con creces las indolencias escénicas.

Clémentine Margaine debutaba en el teatro de Les Rambles con el rol de Léonor, demostrando poseer un instrumento con personalidad y carácter, capaz de abordar las endiabladas agilidades donizettianas y de dar entidad canora al personaje. Su labor fue secundada por el espléndido tenor Michael Spyres, quien, si bien no nos hizo olvidar a sus legendarios precedentes liceístas (Aragall, Kraus, Bros, solo entre los más recientes), nos regaló una entregada interpretación que fue ganando enteros a medida que avanzó la función, luciendo en todo momento un canto de gran pureza estilística y capaz de las más temibles escaladas al agudo. Completó el trío protagonista, el barítono Markus Werba; un Alfonso XI cantado con gran pulcritud y elegancia, al que solo podría achacársele una mayor autoridad escénica.

Los coprimarios rindieron también a un gran nivel, comenzando por el solvente Balthazar de Ante Jerkunica y siguiendo por los espléndidos Inés y el Gaspar, magníficamente interpretados por los cantantes españoles Miren Urbieta-Vega y Roger Padullés, respectivamente. El coro titular, a pesar de un ligero desajuste en el primer acto, abaló nuevamente el trabajo ejemplar que está realizando Conxita García a su frente. La orquesta pudo sacar brillo a sus secciones, y a sus solistas, gracias a la suntuosa y preciosista orquestación donizettiana, de la cual tuvimos también la suerte de poder escuchar (aunque no de ver) los fragmentos de ballet. Patrick Summers movió con agilidad y fluidez el conjunto, concertando óptimamente la escena y el foso y sacando a relucir gran parte del brillo de la exquisita partitura del maestro de Bérgamo.

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