Doce Notas

Manon Lescaut regresa al Liceo

opinion  Manon Lescaut regresa al Liceo

© A. Bofill

Davide Livermore firma este montaje, coproducido con el San Carlo de Nápoles y el Palau de les Arts de Valencia, que, como ya viene siendo habitual, altera el contexto histórico de la obra, situándolo, para el caso, en los años del estreno de la ópera pucciniana, esto es, alrededor de 1893.Una solución que aporta poca cosa a la narración del drama lírico, más allá de las lecturas superpuestas por el regista y algunos elementos de cierto impacto escénico, como la entrada de una locomotora en el escenario. Efectos que, por el contrario, no pocas veces colisionan con lo que se dice en el libreto, escrupulosamente evocado por la partitura del maestro de Lucca. Quizás el recurso de mayor eficacia dramática ideado por el director turinés sea el personaje del anciano Des Grieux, quien asiste de forma omnipresente, à rebours, a la caída en desgracia de la joven Manon. Por otra parte, la dirección de actores resulta siempre muy bien trabajada y el movimiento escénico es fluido y dinámico en todo momento.

El reparto del 13 de junio estuvo encabezado por la pareja formada por Liudmyla Monastyrska y Gregory Kunde. La soprano ucraniana, a quien tuvimos ocasión de escuchar hace tres temporadas en una producción verdiana, encarnó a la coqueta Manon con autoridad escénica y eficacia vocal, dando muestras de poseer un regio instrumento y una técnica depurada, aunque su credibilidad dramática estuvo faltada de un mayor interiorización del rol dramático: dio la talla pero no fue Manon. Por su parte, el tenor norteamericano como Des Grieux fue de menos a más. Como es habitual en él, estuvo entregado absolutamente a su labor escénica y se valió de un canto que fue ganando en matiz y enteros a medida que avanzó la representación. Si su primera aria pasó sin pena ni gloria, sus últimas intervenciones lograron proyectar toda la dimensión humana y musical del infortunado personaje.

El serbio David Bilzic fue un Lesacut con suficiente autoridad escénica y el Geronte de Carlos Chausson estuvo pletórico en todas sus intervenciones. Muy bien cantado y desenvuelto resultó también el Edmondo del bilbaíno Mikeldi Atxalandabaso, mientras que entre los secundarios, destacaron por por su buen quehacer el hostalero de Marc Pujol, el músico de Carol García y el maestro de baile de José Manuel Zapata.

El maestro galo Emmanuel Villaume debutó en el coliseo de Les Rambles con una fogosa lectura de la partitura pucciniana, quizás algo pasada de revoluciones – y de de decibelios – en algunos momentos, pero vibrante y capaz de mantener el pulso dramático a lo largo de toda la función. Las formaciones de la casa estuvieron también a la altura de su cometido, logrando la orquesta titular un sonido envidiable – mención a parte merece su deliciosa interpretación del bellísimo Intermezzo que precede el último acto, una de las páginas instrumentales más inspiradas del catálogo pucciniano – y demostrando una vez más el coro su esplendido estado de forma.

El público aplaudió con ganas al finalizar la representación y, tres días después, decenas de municipios de toda Catalunya retransmitieron en directo este título gracias al proyecto de difusión “Liceu a la fresca”.

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