
William Christie © A. Bofill
Obra de inspiración haendeliana, fue concebida por el compositor austríaco poco tiempo después de su exitosa gira londinense. En ella, el veterano compositor conjuga con gran sabiduría la ductilidad discursiva de su orquesta con el vigor expresivo de las arquitecturas corales y la sensualidad incisiva de los números solistas, erigiéndose como uno de los monumentos sinfónico-corales culminantes del Clasicismo.
Fiel a su proceder, Christie nos ofreció una lectura de aliento historicista y de gran nitidez discursiva. Si bien en puntuales pasajes orquestales, la formación instrumental pareció andar algo dubitativa y divagante, el director francés supo exprimir con garbo la vitalidad y la opulencia sonora de las polifonías haydnianas, rubricando con ello los momentos más vibrantes de la velada musical. Le acompañaron en su cometido tres destacados cantantes solistas. La exquisita soprano Sandrine Piau, quien nos ofreció una extraordinaria y depurada recreación de los pasajes del arcángel Gabriel y de Eva; el joven tenor Hugo Hymas (Uriel), que fue de ganando en intensidad y fluidez discursiva a medida que avanzó función; y el excelente bajo canadiense Alex Rosen, quien logró realzar con gran ahínco expresivo los roles de Rafael y Adam.
La incisiva y enfática dirección del maestro galés fue secundada con gran eficacia y pulcritud por la nutrida formación orquestal y, sobretodo, por las pletóricas voces del conjunto galo. Al finalizar, los aplausos fueron sonoros y unánimes.
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