Doce Notas

Las Vísperas de Monteverdi emocionan el público del Palau

opinion  Las Vísperas de Monteverdi emocionan el público del Palau

© A. Bofill

Este año se cumple el 450 aniversario de del nacimiento de Claudio Monteverdi (1567-1643), uno de los compositores más brillantes y revolucionarios de la Historia de la música occidental. A pesar de que, gracias al auge de la música antigua y las formaciones historicistas, la música de Monteverdi cada vez está más presente en las programaciones de los grandes auditorios internacionales, la divulgación de su obra aún dista mucho de hacer justicia a la extraordinaria aportación de su legado artístico.

Afortunadamente, en las tierras catalanas hemos tenido ocasión de escuchar, en poco más de tres meses, tres versiones distintas (Tubéry, Savall y Herreweghe) de su obra sacra de referencia: Vespro della Beata Vergine. La última de éstas, el pasado 23 de octubre, dentro del emblemático ciclo Palau 100, a cargo del Collegium Vocale Gent bajo la batuta de Philippe Herreweghe.

A pesar de las incógnitas que envuelven la composición de este compendio sacro monteverdiano, editado en un momento difícil de su trayectoria personal y profesional (1610), el genial compositor italiano es capaz de tejer un monumento a la música sacra sin parangón hasta aquel momento. Su lenguaje sintetiza magistralmente la transición entre la antigua tradición polifónica renacentista y el nacimiento de la nueva sensualidad musical barroca; una confluencia magistral que, lejos de cualquier embate estilístico, otorga a su obra una riqueza semántica y una variedad expresiva sutilmente revolucionaria. En este sentido, no podemos más que suscribir las eruditas palabras del maestro Harnoncourt al reconocer que en Monteverdi todo es innovación.

Buen conocedor como pocos del lenguaje musical barroco, Herreweghe nos ofreció una lectura intensa e impoluta de las vísperas monteverdianas. Asistido por un equipo de jóvenes solistas de impecable rigor estilístico, entre los cuales toda una autoridad en el canto gregoriano como la cantante txeca Barbora Kabátková, el director belga desgranó los salmos, himnos, motetes y demás números sacros con un dramatismo fluido, incisivo y ajustado. Lejos de todo exceso expresivo, la nitidez y la sobriedad se impusieron como tónica discursiva, tanto en las texturas corales polifónicas como en la contenida sensualidad que logró mostrar la irresistible carga emotiva del nuevo stile rappresentativo en los números solistas.

Herreweghe nos revela la autenticidad de la música de Monteverdi en su desnudez expresiva. Una pureza expresiva que alcanzó cuotas de belleza y emotividad conmovedoras en páginas como Nigra sum, Pulcra es o el sublime Duo Seraphim, inmaculadamente interpretado por los tres tenores solistas; sin olvidarnos del magistral y monumental Magníficat conclusivo. La excelencia de las voces contó, en todo momento, con el impecable concurso de los instrumentos historicistas.

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