
© Miguel Lorenzo/Mikel Ponce
A diferencia de la actual, aquellas se presentaron en años de bonanza económica. Pero salvado el escollo, no siempre decisivo, lo ahora visto y oído podría calificarse en líneas generales de correcto, incluso provisto de algunos destellos tanto en el ámbito vocal como en el instrumental.
De entrada, quizá resultara algo frío el decorado, por no decir pobre, pero tanto la tramoya como el uso de efectos especiales crearon, junto a una muy estudiada iluminación, el espejismo de la transformación. Sobre este dinámico trasfondo, la soprano Liana Aleksanyan dio vida a la conocida geisha de catorce años de edad. Familiarizada con el personaje principal, pudo vencer sin dificultades los pasajes líricos con voz timbrada, aunque mostró flaquezas en su registro medio-grave. El italiano Matteo Lippi (Pinkerton), sustituto de Alessandro Liberatore, estuvo a la altura de las circunstancias, con voz bien impostada y un comportamiento escénico natural a la hora de plasmar los diferente estadios psicológicos que recorre su personaje, pasando por la arrogancia inicial al arrepentimiento final. Nozomi Kato dibujó una Suzuki redonda, aunque lógicamente desde su registro menos brillante, dentro del cual la mezzo japonesa representa una apuesta segura. Con razón se llevó una cálida ovación del público que abarrotaba la sala. Muy bien también los secundarios, sin olvidar las destacadas intervenciones del barítono Rodrigo Estévez, al que debemos agradecer un retrato convincente de su personaje Sharpless, el cónsul mediador. Como siempre, el Coro de la Generalitat cumplió y se merece una calificación alta.
En el foso, Diego Martheuz dirigió a la orquesta con temple (al igual que Gustavo Dudamel es hijo del “Sistema”, a saber, del hoy en día mundialmente conocido programa pedagógico-musical venezolano iniciado hace ya unas cuantas décadas). La orquesta respondió con soltura, produciendo momentos de gran plasticidad sonora, acostumbrada a estas alturas a trabajar con directores de todo tipo y desarrollar al mismo un sonido basado en la compenetración y el conocimiento mutuo de los músicos.
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