Doce Notas

Trío de Damas en Peralada: Yende, Arteta y Lezhneva

opinion  Trío de Damas en Peralada: Yende, Arteta y Lezhneva

Pretty Yende. Cortesía Festival de Peralada

Un brillante debut

El pasado 2 de agosto la soprano Pretty Yende debutaba en el certamen ampurdanés ofreciendo un recital en la iglesia del Carme, acompañada del brillante pianista Michele D’Elia. Precedida por su fama en los principales coliseos internacionales, Yende ofreció un programa belcantista en el que demostró las excepcionales cualidades de su instrumento musical. El dominio del legato y la frescura de su canto se impusieron en las primeras canciones de los maestros belcantistas románticos (Rossini, Bellini y Donizetti), a las cuales siguieron un derroche de delicadeza y refinamiento con las páginas impresionistas de Claude Debussy: Beau soir, Fleur des blés, Clair de line, Mandoline y Apparition. La pirotécnica meyerbeeriana  de “O beau pays de la Touraine”  (Les Huguenots)  culminó brillantemente la primera parte del recital con una vibrante exhibición de agilidad y coloratura.

La prodigiosa digitación del pianista italiano, incisiva y de intenso pulso dramático, orquestó con gran aliento la emotiva recreación que la soprano sudafricana hizo de los Tre sonetti di Petrarca de Franz Liszt. El derroche de encanto y picardía de la cantante se explayó, con excelente dicción castellana, en tres partituras más de Gerónimo Giménez, entre las cuales “Me llaman la primorosa”, de El barbero de Sevilla. Finalmente, una soberbia interpretación de la escena del sonambulismo de Amina, de La Sonnambula de Bellini, puso el broche de oro a un espléndido debut.

Un emotivo homenaje

Dos días después, el glamour se apoderó del escenario habilitado en el templo del Carme con la reaparición de Ainhoa Arteta, después de años de ausencia en este clásico del estío catalán. Acompañada de la flamante Orquesta Victoria de los Ángeles, la cantante guipuzcoana dedicó un intenso y emotivo recital a la memoria de la eximia soprano catalana que da nombre a esta joven formación que dirige el compositor Pedro Pardo. Ostentosamente emocionada, Arteta rememoró sus recuerdos junto a la legendaria Victoria, reivindicándola como uno de los grandes referentes del mundo de la lírica a escala internacional. Y, desde el primer momento, no ahorró energías para desgranar un programa exigente y de gran calado lírico.

A priori, se antojaba un menú a la inversa: los platos fuertes como aperitivo y las novedades para postres. No obstante, la calidad de estas últimas piezas, y la entregada recreación que la soprano hizo de las mismas, facilitó que el programa progresara por buenos cauces. Arteta comenzó dando voz a una antológica selección de heroínas puccinianas. Entre otras, pudimos escuchar “Tu, che di gel sei cinta” (Liu), “Sì, mi chiamano Mimì” (Mimi), “Sola, perduta, abbandonata” (Manon) y “Vissi d’arte” (Tosca); todas ellas cantadas con gran dominio de los recursos expresivos y una incisiva impronta dramática, cosa que dio buena muestra del dulce momento artístico que vive la intérprete vasca. Intercaladas entre las arias, a modo de intermezzi, pudimos escuchar también una pulcra interpretación de algunas de las piezas orquestales del maestro de Lucca.

En el tramo final del concierto, el joven director Pedro Pardo estrenó tres composiciones suyas: un sedoso y minimalista Adagio para cuerdas y dos poemas para solista y orquesta a partir de unos versos de la misma Victoria de los Ángeles. Rehuyendo los ensimismados imperativos del lenguaje atonalista, el compositor leridano dio aliento a unas partituras desacomplejadas, de gran dinamismo y de intensa volada expresiva, con una escritura vocal delicada e incisiva, de vivo carácter retórico, tejida sobre ritmos variados, unas veces lánguidos y otras trepidantes, como queriendo exprimir el pálpito de unos versos que fluyen sobre una textura de sugerentes hallazgos tímbricos. El vehemente apasionamiento de la diva y los interpretes acabó contagiando al auditorio por completo, el cual les arrancó aún un par de propinas: la emotiva canción “El cant dels ocells”, que tanto contribuyó a divulgar Victoria de los Ángeles por todo el mundo, y un bis del último poema del concierto, A ti.

Un don de la Naturaleza

Una de las revelaciones de la escena operística rusa de los últimos tiempos es la joven soprano Julia Lezhneva, a quien cinco años atrás vimos debutar en el vecino Festival de Torroella de Montgrí y, el pasado día 5 de agosto, tuvimos nueva ocasión de escuchar en la iglesia de Peralada.

Acompañada de nuevo por su pareja, representante y pianista acompañante Mikhail Antonenko, la soprano eslava desglosó un programa dedicado al belcantismo, en el sentido más amplio del término: desde el momento más álgido del frenesí barroco hasta las más gráciles páginas del colorismo rossiniano y del delicado intimismo schubertiano. Pocas novedades respecto a su anterior actuación ampurdanesa de 2012.

Fiel a su idolatrada Cecilia Bartoli, la cantante rusa exhibió su pasmosa facilidad para la coloratura en las arias dedicadas a Porpora y Vivaldi, aunque, a diferencia de la diva romana, a veces su ejecución sonó excesivamente técnica y rudimentaria, despojada de un mayor aliento dramático. La luminosidad de su timbre y la naturalidad de su canto lucieron, sin embargo, en las páginas religiosas del catálogo haendeliano y mozartiano.

Ya en la segunda parte, desgranó con simpatía las canciones de La regata veneziana de Rossini y acometió una delicada interpretación de tres lieder de Franz Schubert, tierna aunque un tanto anodina por momentos. El espectacular rondó conclusivo de La donna del lago, “Tanti affetti”, acabó de redondear un recital en el que también pudimos escuchar la habilidad del joven y singular pianista ruso, quien además de reivindicar su protagonismo, parecía, por momentos, no querer resignarse a su papel de acompañante, cosa que no redundó en favor de su pareja.

Visto con perspectiva, si bien no cabe más que rendirse al indiscutible talento  de la joven cantante rusa, a uno le queda un poco la sensación de que su rendimiento está bastante por debajo de su potencial natural. Quizás le convenga ampliar horizontes y explorar nuevas perspectivas artísticas.

(Nota al margen: siempre se agradecen las traducciones de los textos en el programa de mano, si bien resultan un tanto inútiles sin una mínima iluminación para poder leerlas.)

 

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