Doce Notas

Talentosa juventud

opinion  Talentosa juventud

Cortesía Festival Castell de Peralada

 “Al pot petit hi ha la bona confitura”, reza un popular dicho catalán. Pues bien, la dicha se cumplió a pie juntillas en el íntimo concierto ofrecido el pasado sábado 15 de julio en la iglesia del Carme de Peralada. Una muestra del firme compromiso de este veterano festival para con las producciones de pequeño formato y los intérpretes emergentes.

La Academia Barroca Europea d’Ambronay es un proyecto educativo que reúne a jóvenes intérpretes europeos virtuosos para trabajar intensamente unas producciones anuales con grandes maestros y especialistas del repertorio antiguo. La presente edición ha sido dirigida por el prestigioso tenor Paul Agnew, quien ha asumido la dirección musical, el concepto escénico y al supervisión educativa del proyecto. Y el resultado no ha podido ser más óptimo.

La primera parte del programa estuvo dedicada a la poco conocida Didon de Henry Desmarest (1661-1741), una obra que sigue la pauta de la tragédie lyrique de Lully y bebe de la música de Charpentier y de Henry de Thier, más conocido como Henry Du Mont. Los jóvenes músicos de la Academia d’Ambronay nos ofrecieron una refinada interpretación de algunos extractos de esta ópera, haciendo gala de una ajustada expresión y un holgado dominio estilístico. Momentos culminantes fueron el exquisito dueto de la tercera escena del primer acto entre Didon y Enees, todo él delicadeza i emoción contenida, así como el intenso e incisivo lamento final de Didon. Mención a parte merecieron también los vigorosos y sólidos Iarbe y Jupiter.

Las comparaciones siempre resultan odiosas, pero a los pocos compases de la segunda parte se puso en evidencia que la obra de Desmarest no pasaría de aperitivo al compartir mesa con la magistral ópera de Henry Purcell. Los jóvenes intérpretes nos ofrecieron una versión dramatizada, vestida con gestos, movimientos y expresiones, que no echó en falta mayores derroches escenográficos. Fueron a la raíz del drama, a su esencia humana, apurando cada gesto corporal, cada inflexión musical, cada expresión facial, hasta lograr sumergir por completo al auditorio en la accidentada trama purcelliana. Al virtuosismo de las tiernas voces se unió la magistral interpretación de la orquesta de cuerdas, quienes, no solo tocaban de memoria, sino que lo hacían sin director concertante y participando activamente de la acción dramática.

En síntesis, una deliciosa velada musical que, más allá de glamurosos jardines y galas veraniegas, demuestra el firme compromiso de Peralada con los nuevos talentos y la excelencia musical.

 

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