El libro, con prólogo de Joaquín Estefanía, va por otros derroteros: glosa la enorme figura de divulgador del jazz que tuvimos en Juan Claudio Cifuentes “Cifu”. Persona que muchos aficionados pudimos tratar en Madrid, San Sebastián, Vitoria o Valladolid. Amante de la conversación y de la amistad. Aún recuerdo, en una de sus charlas en Valladolid, que comenzando con la historia del Jazz a las 12 de la mañana sobre las 15 horas, llegando aún en Duke Ellington, años treinta, tuvimos que decirle que nos cerraban el restaurante y salir apresuradamente del auditorio prestado por alguna de las cajas de ahorros de la ciudad, tal era su erudición. Esa iba a ser una tarde-jazz, creo que incluso iba a hacer desde aquí uno de sus “Jazz entre Amigos” al menos a grabar la actuación de alguna de las luminarias que visitaron Valladolid en los ochenta.
“Cifu” nació en París justo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, su familia se instaló allí ante la falta de oportunidades de la España de la época. Recuerda en el libro que su primer disco de jazz lo compró con ocho años. ¡Eso es precocidad! Muchos hasta bien entrada la década de los quince no compramos nuestro primer Lp. Nació en París pero su familia y él siguieron muy vinculados a España, Madrid y Elciego, Álava, donde adquirieron una casa que alberga ahora su colección de discos, libros, revistas, recuerdos. Su familia, amigos y cientos de aficionados ayudamos a que su recuerdo no acabe, para muchos de nosotros él es “el Jazz”.
El libro, con una nómina inmensa de agradecimientos (especiales a Mario Benso, vallisoletano) nos describe en sus primeros capítulos el panorama jazzero madrileño a comienzos de los sesenta, dominando la escena los dos clubes señeros de Madrid: Bourbon Street y Whisky Jazz, regentados los dos por la misma familia. Nada mal. a pesar de las penurias culturales de la postguerra. Músicos españoles (Vlady Bas, Pedro Iturralde, Tete Montoliu, Donna Hightower) que se mezclaban en inacabables jams con los americanos (Don Byas, Lou Bennett, Lionel Hampton, Coleman Hawkins, Dexter Gordon entre otros) que recalaban por aquí sabiendo que la cercana base militar de Torrejón les iba a proporcionar clientes seguros. Otros agentes frecuentaban también los garitos o antros jazzeros de la época, desde personalidades de la cultura española a Ava Gardner o peligrosos pied noires argelinos.
Aunque estuvo matriculado en Derecho en la Universidad Complutense, al parecer lo único que conocían de él los compañeros es que le gustaba mucho el jazz, tal era su afición a tan docta disciplina, el Derecho Mercantil. Pronto comenzó a trabajar para Hispavox que tenía un catálogo de Jazz y Blues, a dirigir la revista ARIA Jazz, hecha entre Madrid, París y Barcelona con cooperación de críticos musicales de las tres ciudades. Una odisea supongo. Menos mal que el temple de la gente de aquella época era mucho más resistente a la incertidumbre que el de ahora.
Pronto empezaría a trabajar también en la divulgación del jazz en la radio (Radio España, Antena 3, Cadena 100, Popular, RNE) y su gran consagración como divulgador del Jazz: Jazz entre Amigos, TVE. Programa que nos impelía a dejar los vinos de la tarde para ir a casa a cenar, ver el programa correspondiente y volver a salir a los bares de nuestras ciudades…eran nuestro internet en la época. Dirigió con José Ramón Rubio la colección JAZZ STOP, magnífica.
“Cifu” frecuentaba todos los festivales de jazz (nacionales, europeos, americanos) aunque su vocación era el “club de jazz”, estética que adoptó para la presentación de su programa de jazz…visto ahora de indudable valor para la sociología musical y cultural, con el permanente y existencialista halo de humo de cigarro.
Hablaba perfectamente inglés y francés y tenía un castellano muy cuidado, claro, sin la jerga del spanglish que nos marcamos aficionados menos ilustrados que él. O sea, todo un ejemplo que esperamos nos inspire muchos años. Yo me apunto a su frase final en los programas de televisión: Sed buenos. ¡Tan complicado!
Merecedor del Premio Ondas en 2010 falleció con setenta y cuatro años. Todos los veranos familia, amigos, aficionados y músicos se reúnen en Elciego, Alava, para rendirle un merecido homenaje.
No cuento más porque el resto, querido lector-lectora, es conveniente que lo descubras comprando el libro y devorándolo como yo hago estos días. Muy recomendable lectura.
En las mejores librerías de España, seguro.
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