Arrecife, la protagonista, es una niña aventurera que vive feliz con sus dos madres, Flora y Marina, en la Isla de los Volcanes. Ambas son compositoras y se encargan de crear las más bellas melodías. Un buen día el tiempo se detiene, y Arrecife tendrá el encargo de viajar al Reino de Disonancia a modo de heroína. Allí conocerá a una serie de personajes extravagantes y cuánto más curiosos, y entablará una dulce amistad. Tras un largo viaje, la superación de uno de sus más importantes retos, aprender a cantar, será la clave para que todo vuelva a la normalidad. Con este argumento, la autora nos propone la lectura de un libro musical que en la defensa plena de un arraigado feminismo, va acompañado por música de compositoras que desde el medievo hasta hoy han sido las encargadas de ejercer una tímida presencia femenina en el mundo de la composición. A su vez, el libro es bellamente ilustrado por Concha Martínez Pasamar mediante un collage de dibujos, partituras y otros materiales.
Si bien Valentina y el afinador de pianos (2014) incluía un CD con la música de las audiciones propuestas por la autora, este libro carece de esta ventaja, siendo, en un principio, prácticamente imposible recoger el listado musical completo en plataformas como Spotify o Youtube dado el desconocimiento y la poca popularidad de la música. Sin embargo, oculta y prácticamente invisible, como si de una aguja en un pajar se tratase, se puede encontrar en Spotify una lista creada por Patricia García especialmente para la causa. Las dificultades para descubrir este soporte de apoyo no son pocas, pues registrando el nombre del libro en el buscador de la página (a Spotify me remito) no se divisa el contenido esperado, no obstante, y por si sirviera de ayuda, en la página web de la editorial Bookolia se encuentra un enlace que inmediatamente redirige a la lista dispuesta por la autora en Spotify.
Clara Schumann y su delicado e intensamente apasionado andante del Trío en sol menor op.17 no. 3, acompañan, en el primer capítulo, la descripción de la Isla de los Volcanes, de Arrecife y de su familia. Las primeras páginas, que comprenden los tres capítulos iniciales del libro, muestran una severa complejidad a la hora de compaginar la lectura con la escucha de las audiciones correspondientes. El lenguaje empleado por la autora es muy poético, con frecuentes aliteraciones y enumeraciones, sin abusar del hipérbaton y de la elipsis para simplificar el lenguaje, y en donde las hipérboles son la fuente de expresión, dotando así a la lectura de un ritmo muy musical. Sin embargo, a pesar de la aparente sencillez que la autora quiere mostrar, en ocasiones, la comprensión de sus ideas con una primera lectura aunada con las bellas melodías podría convertirse en una ardua tarea, especialmente en el comienzo, donde las largas descripciones detienen fuertemente la acción.
La música está casi siempre bien emplazada; Gracia Baptista, Lili Boulanger, Ruth Crawford Seeger, Grazyna Bacewicz , Francesca Caccini, Pauline Viardot, Fanny Mendelssohn, Ethel Smyth, Hildegarda von Bingen, Louise Farrenc y Melania Bonis se fusionan con el texto incrementando su calidad y expresividad, estimulando así la propia imaginación para lograr una recreación personal sobre la base argumental que plantea la autora. Por otro lado, podríamos señalar que otras compositoras como Amy Beach (Berceuse, op.40 no.1), Celia Torrá (Rapsodia Entrerriana), y la propia Clara Schumann no fueron la elección más acertada para completar la descripción de los tres primeros capítulos, que cabe destacar, no son precisamente los más brillantes. Por otro lado, tengo a bien considerar la interesante introducción de música experimental con la Uwertura de Grazyna Bacewicz.
La novela contiene una errata destacable que se repite todas y cada una de las veces que se tiene la intención de escribir la palabra Louise, y cuya corrección debiera ser inminente, puesto que la compositora francesa del siglo XIX Lousie Farrenc, hasta donde mi entender alcanza no existe. La novela es completada por un correcto glosario de términos musicales con explicaciones fácilmente comprensibles y un breve recopilatorio con las biografías de las fabricantes de melodías, creadoras de la música escogida para el libro.
Los objetivos primigenios de la novela infantil se alcanzan: reivindicar la importancia del papel que juega la mujer en la sociedad, transmitir valores a los más pequeños, y finalmente, introducir la música (prácticamente desconocida) de mujeres en el entorno de los niños con una estrategia efectiva, muy lejos de resultar pesada, y que se convierte en una manera didáctica de aprender. Es objeto de mi crítica, sin embargo, el excesivo hincapié que se realiza a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, cuya relevancia es relativa (cierto que además de la igualdad hay otros valores a transmitir) que, de manera directa e indirecta, se ejerce de manera permanente en señalados capítulos,: las desafortunadas coincidencias en la pareja de madres de Arrecife, la inferioridad de las luciérnagas hembra por su incapacidad de volar (hecho biológico que incapacita a las mismas de realizar una acción, no una construcción sociocultural que las coarte), la rebelión implícita de las luciérnagas ansiosas de poder ejercer el vuelo que nos recuerda al movimiento sufragista del siglo XX, así como las referencias literales a la liberación de la mujer.
Considero así inalienable y primordial que los más pequeños tengan conciencia y sabiduría sobre la igualdad y la historia universal, que desde tiempos remotos ha llevado de la mano la supuesta inferioridad de la mujer; sin embargo, realizando una profunda lectura del contenido del libro, la atrevida propuesta de la autora puede pecar de hembrista, debido a la poca relevancia que se da al sexo masculino representado únicamente por dos personajes cruciales para el desarrollo del guión, en una traducción adulta que no es otra que la dependencia expresa que el hombre tiene de la mujer y su incapacidad para resolver problemas.
Concluyo así diciendo que la lucha contra el machismo debería utilizar armas novedosas y no caer en el mismo error de inferioridad que los hombres han tenido a lo largo de la historia para con las mujeres. La Clave de Luna (figura con forma de corazón resultante de la unión de una clave de sol invertida y la clave de fa en posición habitual) propuesta en el relato, propia del Reino de Disonancia y de la actualidad musical, debería representar la igualdad extrapolable a todos los ámbitos (no exclusivamente al sexo y al género musical), el verdadero amor entre hombres y mujeres, y sobre todo, un paso hacia una sociedad mejor y más igualitaria para todos, independientemente del sexo, el color, la nacionalidad, la religión o la clase social a la que se pertenezca.
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