Doce Notas

Carles Santos, pirómano de pianos

libros  Carles Santos, pirómano de pianosIrreverente, iconoclasta, esperpéntico, provocador, contradictorio, genial. Estos son algunos de los adjetivos que suelen acompañar las citas a Carles Santos, controvertido músico valenciano de renombre internacional. Su particular obra siempre ha escurrido el etiquetaje, pero eso no fue óbice para que, a falta de un término con el que clasificarle, su contacto con la vanguardia neoyorquina motivara a algún crítico a incluir a Santos entre las filas minimalistas. Aunque se sintiera fuertemente influenciado por el pensamiento estético de John Cage, las técnicas compositivas de LaMonte Young y los happenings que organizaba el resto del grupo Fluxus, Santos también reconoce su deuda con Joan Brossa y Pere Portabella, dos destacadas figuras de la vanguardia barcelonesa que le amparó en sus años mozos.

Tal era el talento que marcaba la senda de Santos para la música que éste aprendió a tocar el piano antes que a hablar, hasta el punto de que, aunque a los cuatro años de edad ya era capaz de interpretar una sonata de Beethoven, hacía temer a sus progenitores que su mutismo se debía a un posible trastorno autista. Éste es un ejemplo de la neurótica obsesión musicofílica que ha sentenciado en buena medida la trayectoria vital de Carles Santos. Prueba de ello es la intensísima relación de amor-odio que siempre manifestó con respecto al piano. De hecho, la sola mención de su nombre basta para que muchas casas de pianos rehúsen alquilar uno de sus instrumentos: será que aún humea el recuerdo de un homenaje que Santos orquestó en memoria de su amigo Josep Guinovart, quemando una inmensa falla con doce pianos apilados.

Anécdotas como ésta son las que ha compilado Alícia Coscollano en este breve ensayo biográfico. No obstante, y dada la formación periodística de la autora, nos encontramos ante todo con una revisión de fugaces instantáneas del pasado y curiosidades de todo tipo sin un hilo cronológico definido. Carles Santos i Ventura: Resum biogràfic es, como apunta el subtítulo, una rápida introducción a una de las personalidades más fascinantes y perturbadoras de nuestro suelo patrio. La mitad del libro lo integra un texto escrito en valenciano que serpentea entre los recuerdos que el propio Santos va desbrozando a lo largo de una serie de entrevistas. El resto de páginas que cierra el libro reúne algunas fotografías del álbum familiar de Santos, como también de su catálogo artístico.

Cada vez más alejado de los escenarios por motivos de salud, Carles Santos se ha ido reinventando progresivamente por medio de una notable obra gráfica, como pone de manifiesto la agresiva portada del libro en cuestión. No en vano, las primeras incursiones musicales de Santos como compositor fueron por inspiración de Joan Miró y Antoni Tàpies, pintores a los que puso banda sonora. Coscollano también subraya otras colaboraciones de peso como las del coreógrafo Cesc Gelabert o la banda Cabo San Roque, así como proyector frustrados que nunca vieron la luz: un encargo para el Kronos Quartet, una intervención como extra en el rodaje de El Cid (Anthony Mann, 1961) mientras cumplía el servicio militar, etc.

La biógrafa destaca además otros aspectos poco conocidos de Carles Santos como son sus diferencias con Xavier Montsalvatge –quien se ensañó con él siendo apenas un joven debutante–, la supersticiosa manía que le profesa a la nota si bemol y la música de réquiem elegida para su propio funeral. Pese a detener su atención en algunas referencias importantes de su catálogo –To-ca-ti-co-to-ca-ta (1981), La pantera imperial (1997), Ricardo i Elena (2000), etc.–, sorprende el silencio al que la autora sepulta la estrecha vinculación artística que Mariaelena Roqué tuvo con Santos durante varias décadas.

A pesar de su brevedad, Carles Santos i Ventura: Resum biogràfic viene a complementar otros libros de y sobre el compositor como El Caso Santos de Josep Ruvira (Mà d’Obra, 1996), Visca el piano! (Actar, 2006) –extenso volumen a cargo de Manuel Guerrero– o Sous le signe d’Éros (Stéphane Bachès, 2010).

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