Con ella, Beethoven quiso rendir un tributo personal a Napoleón, a quien pretendió describir en este poema sinfónico como una especie de Prometeo bajito. Que Napoleón hubiera declarado la guerra a Alemania no apagó la devoción que Beethoven sentía por él; ¡más bien al contrario! No obstante, el hecho de que el Primer Cónsul francés sellara un pacto con el Papa y luego se autoproclamara emperador fue valorado por el músico como una traición a sus principios revolucionarios. “Entonces, ¡no es más que un ser humano y vulgar!”, declaró ante su amigo Ferdinand Ries en mitad de uno de sus habituales ataques de furia, tras el cual arrancó de su partitura la dedicatoria y la hizo trizas en el acto. No es casualidad que, tras esta Eroica, Beethoven compusiera la Obertura Coriolano amparándose en la historia de un personaje tan ambicioso como orgulloso. Demasiado ambicioso y aún más orgulloso, cabe decir, como para sostenerse mucho tiempo en el poder sin arruinarlo todo –absolutamente todo– en el momento de la caída. Para reafirmar esa lectura psicológica, el compositor recurrió obsesivamente a un segundo tema variándolo desde lo más ingenuo hasta lo más trágico.
Sin embargo, no es ésta la visión general que Jordi Savall planteó subrayar aquí. Al frente de Le Concert des Nations, el músico catalán optó en cambio por restarle épica al asunto y, por consiguiente, darle más brillo a los timbres instrumentales –muchas veces minimizados entre las ampulosas pompas de directores más mediáticos que engolan a los compositores románticos hasta provocarnos una crisis diabética–. Por tal razón, la versión que se nos ofrece aquí se sirve de los instrumentos originales para los que fue concebida esta sinfonía del sordo de Bönn; es decir, cuerda de tripa, metales sin pistones, cobres poco pulidos, cueros crudos y maderas duras.
Alia Vox reedita ahora esta vieja referencia del catálogo que Savall grabó para Astrée/Auvidis hace más de dos décadas. Durante dos intensos días sin apenas ensayos ni descansos, los 46 miembros de la orquesta se encerraron en la Colegiata de Cardona (Barcelona) a principios de 1994 hasta casi el puro agotamiento. Savall confiesa en uno de los textos que acompañan el disco que tanto el ánimo como las energías estaban ya lo bastante mermadas como para establecer la comunión más idónea con el tono y la templanza requeridas para la interpretación de la Marcia Funebre de la Eroica. Quizá fueron estas extremadas condiciones de incesante trabajo la causa por la que la orquesta suena aquí extraordinariamente severa, dramática, remarcándose sobre todo la importancia de los ritmos –el trabajo de Pedro Estevan sobresale por momentos–. Como soberbio contraste, el disco se cierra con la Obertura Coriolano, escrita por Beethoven cuatro años más tarde que su magistral Eroica.
La sinfonía en cuestión está estructurada en cuatro partes o movimientos, pero la forma adquiere aquí un nuevo significado derivado del enfrentamiento entre la glorificación y la tragedia, como expresión del ideal del héroe mártir. Sin ceñirse a esta secuencia, el conjunto de la obra trata de plasmar el nacimiento del héroe, su lucha por la vida y su posterior muerte y resurrección (una fórmula que luego explotarán hasta la extenuación autores como Gustav Mahler y Richard Strauss). Savall lo expone de manera sintética en el dinámico Allegro con brio que abre la obra, donde Savall refuerza los vientos y le quita el almíbar que abunda bajo otras batutas que priman el apasionamiento por encima de la claridad orquestal.
De hecho, la portada elegida ya es toda una declaración de intenciones: un detalle de La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, que es tanto un guiño al duro proceso de grabación como también un alegato al tema sobre el que versa la Sinfonía nº 3. El extenso libreto interior, que casi alcanza las cien páginas, contiene textos en francés, inglés, catalán, castellano e italiano, además de numerosas fotos del ensemble, así como pinturas y grabados de Beethoven y su época.
Pero ya que hablamos de la Eroica, cabe señalar que la heroicidad de Savall no acaba aquí. Entre los proyectos alternativos en los que recientemente se ha embarcado, destaca Orpheus XXI, un curso formativo para jóvenes talentos que han tenido que abandonar sus países de origen por motivos políticos y que malviven en situación de refugiados de guerra. Amén de eso, Savall también ha coordinado un ciclo de conciertos y recitales de músicas antiguas y étnicas en entornos de exclusión social en los que estos géneros no se difunden mucho: desde hospitales mentales hasta prisiones y barrios marginales. Que la primera cita fuese localizada en Idomeni, en plena frontera con Macedonia, ya pone de manifiesto el alto grado de compromiso con que Savall se ha implicado en este proyecto.
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